domingo, 26 de octubre de 2014

EL SIMBOLISMO DE LAS TORRES DE NUESTRAS IGLESIAS




LA TORRE, LA VELETA, EL GALLO Y LA CRUZ
 
Manuel Fernández Espinosa


Todos los templos cristianos tradicionales (huelga decir que los modernos pueden carecer de este elemento, además de muchos otros; hasta el punto de no saber si estamos o no estamos en un templo) suelen disponer de una Torre. Además de su funcionalidad: como campanario y también como puesto de vigía (en la Edad Media), la Torre de la iglesia tiene un simbolismo muy profundo.
 
La Torre recuerda, por su aspecto de recinto recio y murado, a la Virgen María (que en las letanías es invocada como "Turris Davidica" y "Turris Eburnea"), siendo a la vez simbolismo de la ascensión a las moradas célicas. Pero también es la torre símbolo del Prelado que, como jerarquía terrenal (en la teología de Dionisio Areopagita) defiende a la Iglesia Militante con su recta doctrina y su palabra ardiente, siempre presto a llevar los ojos de los fieles a superar la tierra y mirar al Cielo. Es, por lo tanto, símbolo de fuerza y constancia.
 
El capitel de la Torre simboliza la vida y el entendimiento del Prelado, que ha de ser intachable. La Cruz corona la Torre, como estandarte de Cristo el Crucificado. No es tampoco ocioso que sobre la Cruz se pusiera un gallo que simboliza al Predicador. La veleta, por debajo de la Cruz, representa que, independientemente del viento que sople, hemos de tener siempre la Cruz sobre nosotros.

miércoles, 1 de octubre de 2014

DEL ANTICRISTO



P. Francisco Suárez, S. I.

LO QUE SOBRE EL ANTICRISTO ENSEÑA LA RECTA TRADICIÓN DE LA 
SANTA IGLESIA CATÓLICA


Por Manuel Fernández Espinosa


El tema del Anticristo siempre ha suscitado controversia en el seno del mundo cristiano. El vocablo "Anticristo" aparece en la primera carta de San Juan, cuando el Espíritu Santo revela a través de San Juan que: "...esta es la hora novísima: y como oísteis que el Anticristo viene, ahora, pues, han aparecido muchos Anticristos". El Anticristo, sigue diciendo San Juan, es mentiroso y negará que Jesús es Cristo, seduciendo y no confesando que Jesucristo vino al mundo en carne. 
 
El término deriva del griego y el prefijo "anti" indica dos acepciones: "anti" es "contra", pero también "sustituto" y podríamos decir que "Anticristo" vendría a significar: 1º El que sustituye como impostor a Cristo, y 2º El que está contra Cristo. Desde muy temprano la exegesis trató de descubrir su identidad. San Juan Damasceno advirtió tempranamente que el término puede aplicarse en dos sentidos:
 
"Todo aquel que no confiesa que el Hijo de Dios, y Dios él mismo, vino en carne y que es perfecto Dios y perfecto hombre, es Anticristo. Por otra parte, de modo peculiar y principal se llama Anticristo el que vendrá hacia el tiempo de la catástrofe del mundo".
 
Así se explica que San Juan pueda hablar de "Anticristos" en plural, lo cual no implica que olvidemos que "de modo peculiar y principal", propiamente hablando, el Anticristo será el que está por venir al final de los tiempos. Esta doble acepción es la que ha podido dar lugar, en muchas ocasiones, a que se extienda una interpretación del Anticristo impersonalizada. Es así como algunos, apartándose de la doctrina tradicional, han dado en la flor de calificar como Anticristo a una especie de "cuerpo moral, compuesto de innumerables individuos, diversos y distantes entre sí, pero todos unidos moralmente, y animados de un mismo espíritu, contra el Señor, y contra su Cristo".
 
Ateniéndonos al primero de los sentidos indicado por el plural empleado por San Juan, no se excluye que pueda darse algo así como un "reino del Anticristo", formado por todos los "anticristos" que conspiran, sabiéndolo o no, a negar la divinidad de Cristo, destruyendo el cristianismo e imponiendo una falsa religión que es toda ella impostura. Pero cuando el jesuíta chileno Padre Manuel Lacunza (1731-1801) reduce la cuestión del Anticristo a este "cuerpo social" se aparta del sentir de la tradición católica, al sentenciar que: "este estado será el verdadero y único Anticristo que nos anuncian las Escrituras". Esto no es, ni mucho menos, lo que afirma la recta tradición.
 
Para el también jesuíta P. Francisco Suárez (1548-1617), tras un examen exhaustivo de toda la tradición exegética, la cuestión estaba más que clara, expresando que: "hay que decir en primer lugar que el Anticristo será hombre verdadero" y que esto es "aserto cierto de fe", como señala el consentimiento eclesial una y otra vez repetido en la enseñanza de todos los Padres de la Iglesia. Y, más dice el Doctor Eximio: "el Anticristo no sólo será verdadero hombre, sino también verdadera persona humana, persona propia y connatural a la humanidad; así que no será la persona de un demonio encarnada".
 
El P. Suárez va más allá e identifica la raza en cuyo seno nacerá el Anticristo. Al desbrozar entre todas las interpretaciones que de la generación del Anticristo se encuentran en la tradición eclesial, las presenta todas y algunas las da como inciertas, pero afirma rotundamente que: "entre todas esas cosas, una es muy verosímil, a saber, que el Anticristo ha de ser judío de nacimiento y profesión, como lo afirman San Jerónimo, San Ambrosio, quien abiertamente dice que el Anticristo ha de ser circunciso; y Severo Sulpicio dice que mandará que todos se circunciden". El Anticristo, nos dice Suárez, "persuadirá a los judíos de que él es el Mesías, y ellos le recibirán, según aquello de San Juan: Si alguno viniere en su propio nombre, le recibiréis".
 
Es tradición que nacerá en Babilonia, según afirman San Jerónimo y Anselmo; aunque Lactancio localiza su cuna en Siria. Pero, aunque hay discrepancias en cuanto al lugar, hay convergencia en cuanto a su origen judaico, no siendo pocos los que afirman que nacerá de la tribu de Dan. Así nos lo presentó, en nuestro teatro clásico, siguiendo estas antiquísimas tradiciones, el novohispano Juan Ruiz de Alarcón (1580-1639), en su obra dramática titulada "El Anticristo", compuesta entre 1623-1625.
 
Que se apunte a la tribu de Dan como tribu en la que nacerá el Anticristo viene de interpretar unos versículos del Génesis, que dicen:
 
"Es Dan como serpiente en el camino,
como víbora en el sendero,
Que, mordiendo los talones al caballo,
Hace caer hacia atrás al caballero".
 
(Gén. 49, 17)
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
-"Sagrada Biblia", versión directa de las lenguas originales por Eloino Nácar Fuster y Alberto Colunga Cueto, O. P., Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1975.
 
-"Historia de los Heterodoxos españoles", de Marcelino Menéndez y Pelayo, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1956.
 
-"El Anticristo", de Juan Ruiz de Alarcón, en "Parte Segunda de las Comedias del Licenciado Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, Relator del Consejo de Indias", Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1634.
 
-"Misterios de la Vida de Cristo", Francisco Suárez, S. I. en "Obras Completas del Eximio Doctor Francisco Suárez", versión castellana del P. Romualdo Galdós, S. I., vol. 2º (Disputas 33- 58), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1950.