lunes, 8 de septiembre de 2014

MARÍA, PUERTA DE LOS MISTERIOS DIVINOS



MARÍA, IANUA CAELI



Por Manuel Fernández Espinosa


San Efrem Sirio (305-373) decía que la Virgen María "es la guía y maestra segura de la quietud, puerta de los misterios divinos y de las revelaciones, fuente de luz". No hay lengua humana que pueda ensalzar con justeza a la Santísima "Dei Genitrix" (Θεοτόκος), Madre de Dios. Muy pronto lo supieron los santos de la Iglesia, oriental y occidental. Por la misma época de San Efrem, Santa Mónica (332-387), madre de San Agustín de Hipona, fue consolada por la Santísima Madre de Dios. María le ofreció la Correa a Santa Mónica y esa Correa se la ciñeron Santa Mónica y San Ambrosio de Milán también; los monjes agustinos, más de mil años después, todavía llevan el cinturón negro en prenda de una consolación eficaz e infalible: María es Consolación. Siempre presta a consolar a sus hijos la Virgen María no nos ha dejado aquí en la tierra sin su constante auxilio. Ha aparecido en el curso de la historia, sanando almas y cuerpos, protagonizando una miríada de milagros que hablan de Ella a los creyentes. Pero, además de todo eso, de sus incontables intervenciones en la historia, de su omnipotencia suplicante que desata el fervor de las almas sencillas, María ha sido y es para los santos la "puerta de los misterios divinos" -como decía San Efrem. Esta puerta de los misterios permanecerá sellada a quienes confunden su devoción con patéticos trasuntos sentimentales y pasajeros, que no podrán ser sino flor de un día.
 
En el curso de la historia se ha ido descubriendo esta verdad, se ha ido profundizando en este misterio de vida eterna que al ser misterio permanecerá vedado a los profanos que no podrán franquear la puerta. Pero los más grandes místicos de la Iglesia occidental y oriental han tenido a María como guía y han cruzado la puerta de los misterios a través de Ella. Y cuando decimos "grandes místicos" no queremos decir simplemente los más conocidos, los más famosos: hay grandes místicos que están por descubrir.
 
Uno de los más grandes santos (y no es precisamente famoso) que ha tenido la Iglesia católica es San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716). A él le fue concedido providencialmente el don de plasmar una mariología que fue madurando lentamente en el correr de los siglos y siglos. Montfort se inspira en toda la tradición milenaria de la Iglesia, pero San Luis María encontraría a los más inmediatos en su misma Francia. Desde el P. Louis Lallemant (1588-1635), de la Compañía de Jesús, en Francia se asiste a una eclosión de la mística parangonable a la que había tenido lugar en la España del XVI: es la Francia de la "pleiade mystique" (la "pléyade mística"), una pléyade de místicos franceses fuertemente vinculados a la mística española de San Ignacio de Loyola, de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz.
 
El Cardenal Pierre de Bérulle (1575-1629), fundador del Oratorio el año 1611, será una influencia notable sobre la espiritualidad de San Luis María Grignion de Montfort, como bien señala el P. Severino M. Ragazzini (O.F.M.):
 
"Es mérito indiscutible del iniciador de la espiritualidad mariana [se refiere a Bérulle], el haber puesto sobre nuevas bases la relación entre la Virgen y el alma. Más que devociones, homenajes y prácticas devotas, el pío y docto Cardenal (pasando del exterior al interior de María) invita al alma a "hacer la experiencia de María en el secreto del espíritu" reproduciendo espiritualmente sus estados de ánimo ante el Omnipotente".
 
Más tarde, Montfort desarrollará las ideas de Bérulle (y de todos los santos modelados por María) en su vida mística y apostólica, plasmando las verdades alcanzadas por escrito en dos de sus libros. Me refiero al "Tratado de la verdadera devoción a la Santa Virgen" (un libro que tuvo extrañas vicisitudes que lo hacen de suyo misterioso; pues habiendo desaparecido no fue descubierto hasta 1842 y no fue publicado hasta un año después, en 1843) y me refiero al opúsculo "El secreto de María, o sea, la esclavitud de amor a la Santísima Virgen".
 
En el "Tratado" el santo francés ofrece una aproximación histórica sobre la verdadera devoción a la Virgen María (la esclavitud) que es considerada en su dimensión interior, despojada de manifestaciones superficiales que tanto la adulteran. San Luis María no fue el creador de la "esclavitud mariana", recibió esta "verdadera devoción" de la tradición más ortodoxa del catolicismo, desde los tiempos más antiguos de la Patrística (con San Ambrosio y San Agustín), pasando por San Ildefonso de Toledo, pero sí puede decirse de él que a él le fue otorgado por la misma Virgen María la tarea de compendiar y desplegar las potencialidades de esta verdadera y secreta devoción, con su fórmula de consagración y con todas las prácticas que él recopila y expone en su "Tratado". Esta es la vía secreta del misticismo más eficaz: la de una deificación por mediación de María.
 
San Luis María Grignion de Montfort insiste sobre el aspecto "secreto" de esta vía. Es por eso que en su opúsculo "El secreto de María" advierte al lector con palabras que no ofrecen ninguna duda de la magnitud (incluso de la peligrosidad) que hay en el "misterio terrible" ante el que lo quiere encarar. Ese secreto tiene unas condiciones en el mismo frontispicio de la obra:
 
"1. Que no reveles sino a las personas que lo merezcan por sus oraciones, limosnas, mortificaciones, persecuciones y celo por la salvación de las almas.
 
2. Que te empeñes en vivirlo para santificarte y salvarte. Porque la eficacia de este secreto corresponde al uso que se hace de él. ¡Cuidado con cruzarte de brazos! Pues mi secreto se convertiría en veneno y vendría a ser tu condenación.
 
3. Que diariamente des gracias a Dios por haberte revelado este secreto, que no merecías conocer. Al principio lo apreciarás sólo imperfectamente, dada la multitud y gravedad de tus pecados y el oculto apego que tienes a ti mismo. Con el tiempo, a medida que lo vayas poniendo en práctica en la actividad cotidiana, comprenderás su precio y excelencia".
 
No estamos ante un libro cualquiera cuando abrimos el "Tratado...", tampoco cuando leemos "El Secreto..." de San Luis María Grignion de Montfort. Esos libros no han llegado a las manos del lector por las vías ordinarias, esos libros han buscado a su lector y lo interpelan directamente, proponiéndole la vía mistérica de María.
 
La esclavitud mariana es propuesta como una pertenencia total, definitiva y desinteresada del alma de quien se consagra a Jesucristo, la Divina Sabiduría, por manos de su Madre la Santísima Virgen María. A cambio de esa filial confianza en María, María es la que labora en el alma de su esclavo para darle la forma de Jesucristo, deificándola. María es, en palabras del místico francés: "el molde propio para formar y moldear hombres divinos" ("Tratado", 219), pero este secreto que comparte comporta una condición previa: "...ten presente que no se echa en el molde sino lo que está fundido y líquido; es decir, que es menester fundir y destruir en ti al viejo Adán para que llegues a ser el nuevo en María" ("Tratado", 221).
 
San Luis María Grignion de Montfort, cumpliendo las palabras de San Efrem, hizo de María la "guía y maestra segura de la quietud"; para San Luis María Grignion de Montfort y para todos sus discípulos, María se muestra como "puerta de los misterios divinos y de las revelaciones, fuente de luz".
 
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
 
-"Los corrigiatos de Santa Mónica y San Agustín. Piadosas tradiciones de la Iglesia Católica", Manuel Fernández Espinosa, EL BLOG DE CASSIA.
 
-"Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María", San Luis Grignion de Montfort.
 
-"El secreto de María", San Luis María Grignion de Montfort.
 
-"María. Vida del alma. Itinerario mariano a la Santísima Trinidad", P. Severino M. Ragazzini, O.F.M. (dos tomos).

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