domingo, 26 de octubre de 2014

EL SIMBOLISMO DE LAS TORRES DE NUESTRAS IGLESIAS




LA TORRE, LA VELETA, EL GALLO Y LA CRUZ
 
Manuel Fernández Espinosa


Todos los templos cristianos tradicionales (huelga decir que los modernos pueden carecer de este elemento, además de muchos otros; hasta el punto de no saber si estamos o no estamos en un templo) suelen disponer de una Torre. Además de su funcionalidad: como campanario y también como puesto de vigía (en la Edad Media), la Torre de la iglesia tiene un simbolismo muy profundo.
 
La Torre recuerda, por su aspecto de recinto recio y murado, a la Virgen María (que en las letanías es invocada como "Turris Davidica" y "Turris Eburnea"), siendo a la vez simbolismo de la ascensión a las moradas célicas. Pero también es la torre símbolo del Prelado que, como jerarquía terrenal (en la teología de Dionisio Areopagita) defiende a la Iglesia Militante con su recta doctrina y su palabra ardiente, siempre presto a llevar los ojos de los fieles a superar la tierra y mirar al Cielo. Es, por lo tanto, símbolo de fuerza y constancia.
 
El capitel de la Torre simboliza la vida y el entendimiento del Prelado, que ha de ser intachable. La Cruz corona la Torre, como estandarte de Cristo el Crucificado. No es tampoco ocioso que sobre la Cruz se pusiera un gallo que simboliza al Predicador. La veleta, por debajo de la Cruz, representa que, independientemente del viento que sople, hemos de tener siempre la Cruz sobre nosotros.

miércoles, 1 de octubre de 2014

DEL ANTICRISTO



P. Francisco Suárez, S. I.

LO QUE SOBRE EL ANTICRISTO ENSEÑA LA RECTA TRADICIÓN DE LA 
SANTA IGLESIA CATÓLICA


Por Manuel Fernández Espinosa


El tema del Anticristo siempre ha suscitado controversia en el seno del mundo cristiano. El vocablo "Anticristo" aparece en la primera carta de San Juan, cuando el Espíritu Santo revela a través de San Juan que: "...esta es la hora novísima: y como oísteis que el Anticristo viene, ahora, pues, han aparecido muchos Anticristos". El Anticristo, sigue diciendo San Juan, es mentiroso y negará que Jesús es Cristo, seduciendo y no confesando que Jesucristo vino al mundo en carne. 
 
El término deriva del griego y el prefijo "anti" indica dos acepciones: "anti" es "contra", pero también "sustituto" y podríamos decir que "Anticristo" vendría a significar: 1º El que sustituye como impostor a Cristo, y 2º El que está contra Cristo. Desde muy temprano la exegesis trató de descubrir su identidad. San Juan Damasceno advirtió tempranamente que el término puede aplicarse en dos sentidos:
 
"Todo aquel que no confiesa que el Hijo de Dios, y Dios él mismo, vino en carne y que es perfecto Dios y perfecto hombre, es Anticristo. Por otra parte, de modo peculiar y principal se llama Anticristo el que vendrá hacia el tiempo de la catástrofe del mundo".
 
Así se explica que San Juan pueda hablar de "Anticristos" en plural, lo cual no implica que olvidemos que "de modo peculiar y principal", propiamente hablando, el Anticristo será el que está por venir al final de los tiempos. Esta doble acepción es la que ha podido dar lugar, en muchas ocasiones, a que se extienda una interpretación del Anticristo impersonalizada. Es así como algunos, apartándose de la doctrina tradicional, han dado en la flor de calificar como Anticristo a una especie de "cuerpo moral, compuesto de innumerables individuos, diversos y distantes entre sí, pero todos unidos moralmente, y animados de un mismo espíritu, contra el Señor, y contra su Cristo".
 
Ateniéndonos al primero de los sentidos indicado por el plural empleado por San Juan, no se excluye que pueda darse algo así como un "reino del Anticristo", formado por todos los "anticristos" que conspiran, sabiéndolo o no, a negar la divinidad de Cristo, destruyendo el cristianismo e imponiendo una falsa religión que es toda ella impostura. Pero cuando el jesuíta chileno Padre Manuel Lacunza (1731-1801) reduce la cuestión del Anticristo a este "cuerpo social" se aparta del sentir de la tradición católica, al sentenciar que: "este estado será el verdadero y único Anticristo que nos anuncian las Escrituras". Esto no es, ni mucho menos, lo que afirma la recta tradición.
 
Para el también jesuíta P. Francisco Suárez (1548-1617), tras un examen exhaustivo de toda la tradición exegética, la cuestión estaba más que clara, expresando que: "hay que decir en primer lugar que el Anticristo será hombre verdadero" y que esto es "aserto cierto de fe", como señala el consentimiento eclesial una y otra vez repetido en la enseñanza de todos los Padres de la Iglesia. Y, más dice el Doctor Eximio: "el Anticristo no sólo será verdadero hombre, sino también verdadera persona humana, persona propia y connatural a la humanidad; así que no será la persona de un demonio encarnada".
 
El P. Suárez va más allá e identifica la raza en cuyo seno nacerá el Anticristo. Al desbrozar entre todas las interpretaciones que de la generación del Anticristo se encuentran en la tradición eclesial, las presenta todas y algunas las da como inciertas, pero afirma rotundamente que: "entre todas esas cosas, una es muy verosímil, a saber, que el Anticristo ha de ser judío de nacimiento y profesión, como lo afirman San Jerónimo, San Ambrosio, quien abiertamente dice que el Anticristo ha de ser circunciso; y Severo Sulpicio dice que mandará que todos se circunciden". El Anticristo, nos dice Suárez, "persuadirá a los judíos de que él es el Mesías, y ellos le recibirán, según aquello de San Juan: Si alguno viniere en su propio nombre, le recibiréis".
 
Es tradición que nacerá en Babilonia, según afirman San Jerónimo y Anselmo; aunque Lactancio localiza su cuna en Siria. Pero, aunque hay discrepancias en cuanto al lugar, hay convergencia en cuanto a su origen judaico, no siendo pocos los que afirman que nacerá de la tribu de Dan. Así nos lo presentó, en nuestro teatro clásico, siguiendo estas antiquísimas tradiciones, el novohispano Juan Ruiz de Alarcón (1580-1639), en su obra dramática titulada "El Anticristo", compuesta entre 1623-1625.
 
Que se apunte a la tribu de Dan como tribu en la que nacerá el Anticristo viene de interpretar unos versículos del Génesis, que dicen:
 
"Es Dan como serpiente en el camino,
como víbora en el sendero,
Que, mordiendo los talones al caballo,
Hace caer hacia atrás al caballero".
 
(Gén. 49, 17)
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
-"Sagrada Biblia", versión directa de las lenguas originales por Eloino Nácar Fuster y Alberto Colunga Cueto, O. P., Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1975.
 
-"Historia de los Heterodoxos españoles", de Marcelino Menéndez y Pelayo, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1956.
 
-"El Anticristo", de Juan Ruiz de Alarcón, en "Parte Segunda de las Comedias del Licenciado Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, Relator del Consejo de Indias", Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1634.
 
-"Misterios de la Vida de Cristo", Francisco Suárez, S. I. en "Obras Completas del Eximio Doctor Francisco Suárez", versión castellana del P. Romualdo Galdós, S. I., vol. 2º (Disputas 33- 58), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1950. 
 
 
 
 

sábado, 20 de septiembre de 2014

DAN BROWN CONTRA DANTE

 
 
LA INVENCIÓN DE UN "DANTE INICIÁTICO", A LA MEDIDA DE LA MASONERÍA"Dan Brown rescata el "Infierno" de Dante en su próximo libro" (publicado por el ABC).



"Infierno", el folletón de Brown toma como hilo conductor de la intriga los supuestos "misterios" de Dante. Es de suponer que, otra vez más, el personaje de Robert Langdon (un Indiana Jones urbano venido a menos) se las tenga que ver para descifrar las presuntas claves que podrían esconderse en una de las obras máximas de la poesía universal, "La Divina Comedia" de Dante Alighieri. En este sentido, el profesor italiano Massimo Introvigne se ha anticipado a todos los críticos y haciendo alarde de su colosal erudición en un artículo que invitamos a leer nos desvela las claves del misterio que Brown tratará de explotar en su novela

El artículo del Profesor Introvigne puede leerse en La Nuova Bussola Quotidiana, ver el enlace:

"Se Dan Brown "ricicla" anche il Dante esoterico"


El Profesor Introvigne nos remonta, a través de este artículo suyo, a los orígenes de la invención de un Dante esotérico. De este modo podremos ver que, como siempre, Brown presenta temas muy antiguos como novedades, aprovechándose de la incultura de sus lectores y vertiendo el veneno contra el cristianismo y, en especial, contra la Iglesia católica. El Dante esotérico que nos presentará Brown es un tema que tiene una cierta trayectoria, dado a luz por personajes del siglo XIX y del XX que se movieron en las cloacas ocultistas de la masonería y la revolución.

Según la autoridad del Profesor Introvigne hay que retroceder al siglo XIX para encontrarnos con las primeras interpretaciones que difunden una imagen de Dante herético y gnóstico. Será el napolitano Gabriele Rossetti, padre del pintor prerrafaelita Dante Gabriele Rossetti quien, en su exilio londinense, se ocupe por vez primera de articular una interpretación esotérica de Dante Alighieri, suponiendo que el poeta florentino pertenecía a una sociedad secreta de signo gnóstico, heredera de los saberes ocultos de egipcios, pitagóricos y gnósticos y a su vez precedente medieval de los rosacruces y masones más modernos. La invención de Rossetti que tuvo que exiliarse en Inglaterra, perseguido por sus ideas revolucionarias masonizantes y su oposición a los Borbones, pasaría a ser retomada por Eugène Aroux que denunciaría a Dante ante las autoridades eclesiásticas católicas del siglo XIX como un cripto-hereje revolucionario, aconsejando ponerlo en cuarentena.

El poeta italiano Giovanni Pascoli


La influencia ejercida por Rossetti y Aroux sobre el poeta masón Giovanni Pascoli -nos cuenta el Profesor Introvigne- sería de tal envergadura que serviría a éste para reinterpretar a Dante, ahora como un magnífico campeón contra la Iglesia católica; no en vano Pascoli era masón. Fue también Pascoli el que proyectó la formación de un Partido de Dante (socialista no marxista, nacionalista y anticlerical) que no llegó a cuajar en Italia. Años después, la trilogía que Pascoli dedicó a desvelar los secretos de Dante, sería a su vez recogida por el crítico Luigi Valli que sería una fuente decisiva para el esoterista René Guénon en su obra "El esoterismo de Dante" (del año 1925), tal vez la versión esotérica de Dante más conocida en los círculos cultos. Para Guénon a Dante habría que leerlo en dos planos: el exotérico (el plano exterior) que se sirve de una iconografía cristiana y el esotérico (el plano interior), cuyas claves presumiblemente Dante adquiriría en una cofradía invisible que, recogiendo la tesis de Valli, llama la "Fede Santa".

El Profesor Massimo Introvigne nos ayuda a recorrer la genealogía de esta idea que, a buen seguro, habrá llegado a Brown, como no puede ser de otra forma en su caso, severamente depauperada, tal y como nos tiene acostumbrados el autor de "El Código Da Vinci".

Desde que Brown alcanzó la fama con el éxito de "El Código Da Vinci" nosotros siempre hemos pensado que Dan Brown es el legítimo heredero de aquel mixtificador ruso, Sergei Nilus que compuso el tristemente famoso panfleto "Los Protocolos de los Sabios de Sión", uno de los monumentos de la falsificación antisemita. ¿En qué sentido podemos afirmar esto?

En un sentido muy simple: las novelas de Dan Brown tienen como objetivo el desprestigio de la Iglesia Católica, mediante la deformación de la verdad histórica, acusando al cristianismo de haber engañado a la humanidad desde hace 2.000 años, filtrando la sospecha y acusando directamente al cristianismo de constituir toda una conspiración religiosa contra la humanidad, tal y como Nilus hiciera otrora con los judíos. La única diferencia es que, en manos de Brown, ahora ha cambiado el chivo expiatorio: ahora los culpables de todo somos los cristianos.

El libro de Nilus fue leído por los nazis. Con mucha probabilidad, si en el futuro se desplegara una persecución contra los cristianos en occidente podríamos decir sin temor a equivocarnos que uno de los factores que hayan obrado en la "demonización" de los cristianos sea Dan Brown, en tanto que con sus novelones indocumentados y patrañeros, emponzoña las almas de sus lectores: podríamos encontrar en ellos las señales de todo un inductor al odio.

Infame destino el de ser un panfletista. Un personaje sin escrúpulos que adultera la verdad para fomentar el odio anticristiano, que se lucra sembrando las semillas de persecuciones venideras.


viernes, 12 de septiembre de 2014

LA ORDEN EXORCÍSTICA DE BEATO FRANCISCO PALAU

LA CRUZADA EXORCÍSTICA DE UN CARMELITA CARLISTA CONTRA EL ESPIRITISMO EN EL SIGLO XIX
 
Beato Francisco Palau
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Una de las vidas místicas españolas del siglo XIX fue la de Francisco Palau, nacido en Aitona (Lérida) el año 1811. De 1828 a 1832 siguió los cursos de Filosofía y Teología en el Seminario de Lérida y allí descubrió sus dos grandes guías espirituales: las enseñanzas de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Su devoción a los dos más grandes místicos españoles lo encaminó a abrazar en 1833 la vida carmelitana y profesó en el Convento de Descalzos de San José de la Ciudad Condal con el nombre de fray Francisco de Jesús, María y José. Sufre la exclaustración y la persecución revolucionaria, incluso es encarcelado en las mazmorras de la Ciudadela. Cuando es liberado se refugia en una cueva próxima a Aitona, para llevar vida de ermitaño y ayuda al párroco. Predica mientras que los carlistas dominan el territorio, pero con la derrota de Berga el carmelita marcha al exilio con tantos otros carlistas, instalándose en Montauban (Francia) desde 1841 a 1851. Sus prédicas allí le granjean la envidia del clero local y en 1851 retorna a Barcelona, fundando la “Escuela de Virtud”. En 1860 instituirá la congregación de Hermanos y Hermanas Carmelitas Terciarios en las Islas Baleares, el embrión de las Carmelitas Misioneras Teresianas.
 
Su celo apostólico responde a la demandas de la época: en sus días han surgido corrientes inquietantes de pensamiento herético. El materialismo y el espiritismo arrecian: positivismo comtiano, marxismo, darwinismo… Y el espiritismo sintetizado por Allan Kardec están arrasando en las elites científicas y en las masas ignorantes. Y el P. Palau no se refugia en una torre de marfil, sino que emprende el buen combate mediante todos los medios a su alcance. Funda así varios periódicos, entre los que figura “El Ermitaño”, realizando así una ímproba tarea de apostolado escrito que no le resta tampoco tiempo para realizar uno de los quehaceres menos conocidos, pero tan propios de su ministerio: el exorcismo.
El mal estaba identificado:
"El diablo rey es con el Gran Oriente ante la fracmasonería, aquello que es con Cristo Pío IX para toda la Iglesia: Pío IX es la cabeza invisible de la Iglesia, y Cristo cabeza invisible. El Gran Oriente es la cabeza invisible del imperio del mal, y el diablo rey es su cabeza invisible. No hay soberano en la tierra que no está iniciado en los secretos de la fracmasonería". ("El Ermitaño", 29 de junio de 1871).
El P. Palau entiende que los males de la época encuentran su matriz en el satanismo y por eso forma una auténtica compañía de sacerdotes exorcistas:
 
“Los espiritistas son un brazo de la fracmasonería. El espiritismo es el sacerdocio del paganismo moderno, y sus apóstoles hacen cosas muy prodigiosas. Entre otras tienen el poder de curación, no por la gracia, sino por poder comunicado por Behlezebud, príncipe de todos los demonios” (escribe en “El Ermitaño”, 29 de junio de 1871).
Uno de sus discípulos sería el P. Joaquín Piñol. Piñol había levantado una casa de oración en el número 7 de la calle Mirallers, donde con un grupo de colaboradores practicaba exorcismos. Piñol ganó para la causa al más grande poeta catalán, el Padre Jacinto Verdaguer.
Pocos hombres en España supieron ante lo que se hallaban como el P. Palau. Las discordias y los males del siglo XIX no eran cuestiones naturales, sino que tenían su raíz en el mismo origen del mal. La mística del P. Palau es combativa: sus conocimientos sobre esoterismo lo capacitaban para saber ante lo que se enfrentaba. Frente a la cómoda e ingenua percepción del mal que en su época empezaba a prevalecer, el P. Palau tenía muy claro que había que armarse y dar la batalla (por invisible que ésta fuese) al demonio:
“En virtud de esta fe que confesamos, hemos delatado y de nuevo delatamos ante el tribunal supremo de la Iglesia un cuerpo de doctrinas, que sostenido por hombres, por muchos títulos respetables, las defienden: las delatamos como erróneas, falsas, funestísimas al catolicismo, porque tienden a dejarle inerme en las batallas contra las potestades adversas en medio del campamento en una lucha de las más encarnizadas que haya habido:
1.     Dicen que ahora no hay demonios sobre la tierra, porque Cristo los encerró al infierno con su venida.
2.     Que no pueden entrar en los cuerpos humanos, no poseerlos.
3.     Que ahora no hay energúmenos; y si confiesan su existencia, pretenden demostrar que son casos tan raros que “parum pro nihilo reputatur”, estos niegan embarazadamente al Exorcistado materia suficiente.
4.     Que no hay maleficio, esto es, que un hombre no puede dañar a otro sirviéndose del arte diabólico. El Anticristo dañará no al individuo y la familia solamente, sino al orbe entero ¿y cómo? Con el poder, con virtud, con el ministerio de Satanás “in omni operatione Satanae in signus es portentis”.” (“El Ermitaño”, 13 de abril de 1871).
En 1881, años después de pasar a mejor vida el P. Palau, se desató en España una epidemia de posesiones diabólicas. Su epicentro fue Jaca, pero se extendió por todo el país. Y muchos pudieron entender cuánta razón asistía al santo varón para preconizar la lucha contra los poderes de las tinieblas (que, entre los racionalistas, había suscitado la sonrisa escéptica). Los hombres formados por el P. Palau prestaron un servicio colosal a detener el mal. El mal había sido azuzado por la proliferación de cenáculos espiritistas.
El P. Palau falleció en 1872 y fue beatificado por S. Juan Pablo II el 24 de abril de 1988.

FUENTES DE CONSULTA:

Mosén Cinto, un sacerdote entre el diablo y la Atlántida, Ernesto Milá.

Archivo y biblioteca personal, con varios números de EL ERMITAÑO.
 

lunes, 8 de septiembre de 2014

MARÍA, PUERTA DE LOS MISTERIOS DIVINOS



MARÍA, IANUA CAELI



Por Manuel Fernández Espinosa


San Efrem Sirio (305-373) decía que la Virgen María "es la guía y maestra segura de la quietud, puerta de los misterios divinos y de las revelaciones, fuente de luz". No hay lengua humana que pueda ensalzar con justeza a la Santísima "Dei Genitrix" (Θεοτόκος), Madre de Dios. Muy pronto lo supieron los santos de la Iglesia, oriental y occidental. Por la misma época de San Efrem, Santa Mónica (332-387), madre de San Agustín de Hipona, fue consolada por la Santísima Madre de Dios. María le ofreció la Correa a Santa Mónica y esa Correa se la ciñeron Santa Mónica y San Ambrosio de Milán también; los monjes agustinos, más de mil años después, todavía llevan el cinturón negro en prenda de una consolación eficaz e infalible: María es Consolación. Siempre presta a consolar a sus hijos la Virgen María no nos ha dejado aquí en la tierra sin su constante auxilio. Ha aparecido en el curso de la historia, sanando almas y cuerpos, protagonizando una miríada de milagros que hablan de Ella a los creyentes. Pero, además de todo eso, de sus incontables intervenciones en la historia, de su omnipotencia suplicante que desata el fervor de las almas sencillas, María ha sido y es para los santos la "puerta de los misterios divinos" -como decía San Efrem. Esta puerta de los misterios permanecerá sellada a quienes confunden su devoción con patéticos trasuntos sentimentales y pasajeros, que no podrán ser sino flor de un día.
 
En el curso de la historia se ha ido descubriendo esta verdad, se ha ido profundizando en este misterio de vida eterna que al ser misterio permanecerá vedado a los profanos que no podrán franquear la puerta. Pero los más grandes místicos de la Iglesia occidental y oriental han tenido a María como guía y han cruzado la puerta de los misterios a través de Ella. Y cuando decimos "grandes místicos" no queremos decir simplemente los más conocidos, los más famosos: hay grandes místicos que están por descubrir.
 
Uno de los más grandes santos (y no es precisamente famoso) que ha tenido la Iglesia católica es San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716). A él le fue concedido providencialmente el don de plasmar una mariología que fue madurando lentamente en el correr de los siglos y siglos. Montfort se inspira en toda la tradición milenaria de la Iglesia, pero San Luis María encontraría a los más inmediatos en su misma Francia. Desde el P. Louis Lallemant (1588-1635), de la Compañía de Jesús, en Francia se asiste a una eclosión de la mística parangonable a la que había tenido lugar en la España del XVI: es la Francia de la "pleiade mystique" (la "pléyade mística"), una pléyade de místicos franceses fuertemente vinculados a la mística española de San Ignacio de Loyola, de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz.
 
El Cardenal Pierre de Bérulle (1575-1629), fundador del Oratorio el año 1611, será una influencia notable sobre la espiritualidad de San Luis María Grignion de Montfort, como bien señala el P. Severino M. Ragazzini (O.F.M.):
 
"Es mérito indiscutible del iniciador de la espiritualidad mariana [se refiere a Bérulle], el haber puesto sobre nuevas bases la relación entre la Virgen y el alma. Más que devociones, homenajes y prácticas devotas, el pío y docto Cardenal (pasando del exterior al interior de María) invita al alma a "hacer la experiencia de María en el secreto del espíritu" reproduciendo espiritualmente sus estados de ánimo ante el Omnipotente".
 
Más tarde, Montfort desarrollará las ideas de Bérulle (y de todos los santos modelados por María) en su vida mística y apostólica, plasmando las verdades alcanzadas por escrito en dos de sus libros. Me refiero al "Tratado de la verdadera devoción a la Santa Virgen" (un libro que tuvo extrañas vicisitudes que lo hacen de suyo misterioso; pues habiendo desaparecido no fue descubierto hasta 1842 y no fue publicado hasta un año después, en 1843) y me refiero al opúsculo "El secreto de María, o sea, la esclavitud de amor a la Santísima Virgen".
 
En el "Tratado" el santo francés ofrece una aproximación histórica sobre la verdadera devoción a la Virgen María (la esclavitud) que es considerada en su dimensión interior, despojada de manifestaciones superficiales que tanto la adulteran. San Luis María no fue el creador de la "esclavitud mariana", recibió esta "verdadera devoción" de la tradición más ortodoxa del catolicismo, desde los tiempos más antiguos de la Patrística (con San Ambrosio y San Agustín), pasando por San Ildefonso de Toledo, pero sí puede decirse de él que a él le fue otorgado por la misma Virgen María la tarea de compendiar y desplegar las potencialidades de esta verdadera y secreta devoción, con su fórmula de consagración y con todas las prácticas que él recopila y expone en su "Tratado". Esta es la vía secreta del misticismo más eficaz: la de una deificación por mediación de María.
 
San Luis María Grignion de Montfort insiste sobre el aspecto "secreto" de esta vía. Es por eso que en su opúsculo "El secreto de María" advierte al lector con palabras que no ofrecen ninguna duda de la magnitud (incluso de la peligrosidad) que hay en el "misterio terrible" ante el que lo quiere encarar. Ese secreto tiene unas condiciones en el mismo frontispicio de la obra:
 
"1. Que no reveles sino a las personas que lo merezcan por sus oraciones, limosnas, mortificaciones, persecuciones y celo por la salvación de las almas.
 
2. Que te empeñes en vivirlo para santificarte y salvarte. Porque la eficacia de este secreto corresponde al uso que se hace de él. ¡Cuidado con cruzarte de brazos! Pues mi secreto se convertiría en veneno y vendría a ser tu condenación.
 
3. Que diariamente des gracias a Dios por haberte revelado este secreto, que no merecías conocer. Al principio lo apreciarás sólo imperfectamente, dada la multitud y gravedad de tus pecados y el oculto apego que tienes a ti mismo. Con el tiempo, a medida que lo vayas poniendo en práctica en la actividad cotidiana, comprenderás su precio y excelencia".
 
No estamos ante un libro cualquiera cuando abrimos el "Tratado...", tampoco cuando leemos "El Secreto..." de San Luis María Grignion de Montfort. Esos libros no han llegado a las manos del lector por las vías ordinarias, esos libros han buscado a su lector y lo interpelan directamente, proponiéndole la vía mistérica de María.
 
La esclavitud mariana es propuesta como una pertenencia total, definitiva y desinteresada del alma de quien se consagra a Jesucristo, la Divina Sabiduría, por manos de su Madre la Santísima Virgen María. A cambio de esa filial confianza en María, María es la que labora en el alma de su esclavo para darle la forma de Jesucristo, deificándola. María es, en palabras del místico francés: "el molde propio para formar y moldear hombres divinos" ("Tratado", 219), pero este secreto que comparte comporta una condición previa: "...ten presente que no se echa en el molde sino lo que está fundido y líquido; es decir, que es menester fundir y destruir en ti al viejo Adán para que llegues a ser el nuevo en María" ("Tratado", 221).
 
San Luis María Grignion de Montfort, cumpliendo las palabras de San Efrem, hizo de María la "guía y maestra segura de la quietud"; para San Luis María Grignion de Montfort y para todos sus discípulos, María se muestra como "puerta de los misterios divinos y de las revelaciones, fuente de luz".
 
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
 
-"Los corrigiatos de Santa Mónica y San Agustín. Piadosas tradiciones de la Iglesia Católica", Manuel Fernández Espinosa, EL BLOG DE CASSIA.
 
-"Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María", San Luis Grignion de Montfort.
 
-"El secreto de María", San Luis María Grignion de Montfort.
 
-"María. Vida del alma. Itinerario mariano a la Santísima Trinidad", P. Severino M. Ragazzini, O.F.M. (dos tomos).

viernes, 29 de agosto de 2014

CONFERENCIA EN CÓRDOBA SOBRE SUS SANTOS MÁRTIRES

 
El otro día ofrecíamos la grata noticia de la conferencia que, en Córdoba, será pronunciada, si Dios quiere, el 19 de septiembre de 2014 a las 19:30 horas. Pero todavía no se había confirmado el sitio de esta inaplazable cita con la verdadera historia de Córdoba. Es gratísimo para nosotros poder comunicar que se confirma la hora y la fecha y que se sabe ya el lugar que acojerá el evento: éste será en el Salón de Actos de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía de Córdoba, sito en la Calle Capitulares.
 
La conferencia será pronunciada por el padre dominico fray Vicente Niño Orti y versará sobre LOS  MÁRTIRES DE CÓRDOBA BAJO EL DOMINIO DEL ISLAM.
 
Este evento cultural forma parte del Ciclo de Conferencias CONOZCAMOS NUESTRA HISTORIA que durante un tiempo lleva organizando la Asociación Juvenil GRAN CAPITÁN de Córdoba y que, en una anterior edición, contó con la presencia de uno de los máximos especialistas en la figura del Rey Fernando III el Santo, D. Luis Carlón Sjovall, a la sazón Presidente de la ACT Fernando III el Santo de Palencia.
 
Es una señal de esperanza que asociaciones juveniles sean capaces de realizar actividades culturales de tal calidad. El asunto de los Mártires de Córdoba es uno de los más silenciados por la infracultura del políticamente correcto y el mito de las Tres Culturas.
 

miércoles, 27 de agosto de 2014

LOS ORÍGENES DE LA ESPAÑA CRISTIANA




Dedicado con filial gratitud al P. Fray Alejandro Recio Veganzones (O.F.M.).
 
 

LA IMPLANTACIÓN DEL CRISTIANISMO EN LA HISPANIA ROMANA

Manuel Fernández Espinosa
 


En las últimas décadas del siglo XX se ha producido en España una siniestra tergiversación del sentido auténtico que tiene la devoción a la Virgen María. En Jaén, de la mano del novelista e hierofante Juan Eslava Galán, se ha pretendido vincular la veneración a la Santísima Virgen María con cultos de raigambre pagana, recurriendo a doctrinas esotéricas y heterodoxas que confunden a la Virgen María con antiguas divinizaciones femeninas y matriarcales: Gea, Dea Mater, Dea Celestis, Isis... La diosa blanca de Robert Graves, El secreto de las catedrales de Fulcanelli, El Misterio Gótico y Los templarios están entre nosotros de Gérard de Sède –así como otros presuntos ensayos históricos y esotéricos- pueden aducirse como antecedentes bibliográficos de esta tendencia que se abre paso para extraviar a los cristianos. Se desfigura así la verdadera identidad de María Santísima al equivocarla con diosas paganas que recibieron culto en tiempos pre-cristianos, con la aviesa intención de desposeer de su auténtico significado la verdadera devoción a María.

D. José Orlandis en su Historia de la Iglesia nos lo dice con meridiana claridad: “Las regiones más cristianizadas parecen ser aquellas donde la romanización era también más intensa: las provincias de la Bética y la Tarraconense, es decir, Andalucía y la costa mediterránea.” Es lógico pensar que la evangelización de Hispania franqueara con más facilidad las comunidades más romanizadas que por razones comerciales o políticas tuvieran un mayor trasiego de extranjeros. José María Blázquez señala que: “La penetración del cristianismo en Hispania sigue, por consiguiente, las grandes vías comerciales y los mismos caminos que el avance de la romanización, con la que coincide en que sus portadores fueron los mismos en ambos casos: ejércitos y mercaderes”. Además de todo esto, tengamos en cuenta la existencia de comunidades judías asentadas en Hispania desde tiempo remoto, ellas pudieron ser receptoras del evangelio, aceptándolo o rechazándolo según los casos.

Dos grandes relatos se proponen como respuesta a la pregunta por la cristianización en España: 1.) El relato legendario de los Siete Varones Apostólicos y 2.) Lo que la Historia, auxiliada por la arqueología, la paleografía y otras herramientas, nos puede decir sobre la propagación del evangelio en Hispania y la erección de las primitivas cristiandades.




San Eufrasio

LA LEYENDA DE LOS SIETE VARONES APOSTÓLICOS

La historiografía más escrupulosa y crítica descarta la existencia de los Siete Varones Apostólicos, relegándola a un mítico relato inventado en los tiempos en que el cristianismo visigodo, ante la necesidad de vincularse a Roma, hace surgir esta piadosa leyenda conocida como la de los Siete Varones Apostólicos. Pero, independientemente de lo que la historiografía crítica haya rechazado de esta leyenda, veamos lo que la misma nos revela.

Podemos suponer que, tal y como se dice en los Hechos de los Apóstoles, tras la muerte del protomártir Esteban, los cristianos de Tierra Santa huyen de la persecución que se inicia contra ellos. Era comúnmente aceptado por los historiadores eclesiásticos de España en los siglos XVI y XVII que muchos de esos judíos que habían abrazado el cristianismo llegaron, en su huida de Tierra Santa, a Hispania.

La leyenda de los Siete Varones Apostólicos sostiene que dos hispanos -Eufrasio (nombre que etimológicamente significa “el que habla bien”) e Indalecio (que significa “fuerza”)- son enviados a Jerusalén, para recoger, treinta y tantos años después, información de lo que en los Santos Lugares ha sucedido: la Redención por la inmolación en la cruz de Jesucristo y su Resurrección. Allí, en Jerusalén, Eufrasio e Indalecio consiguen hablar con San Pedro y con la Virgen María y, una vez convertidos al cristianismo, solicitan del Príncipe de los Apóstoles que éste designe a Santiago el Mayor como apóstol de Hispania. En el año 37 Eufrasio, Indalecio y Santiago el Mayor embarcan en el puerto de Jaffa y desembarcan en Almería. A lo largo de cuatro años el Apóstol Santiago, en compañía de Eufrasio, recorre la Bética y el resto de la península, recibiendo a orillas del Ebro la visita de la Virgen María –que todavía vivía vida terrenal- para confortarlo, con lo que tiene su principio la tan arraigada devoción de Zaragoza a la Virgen del Pilar.

En el año 41 Santiago el Mayor con Eufrasio y los seis varones apostólicos (Indalecio, Torcuato, Tesifonte, Hesiquio, Cecilio y Segundo) abandonan Hispania y parten a Jerusalén. En el año 42 Santiago el Mayor con su hermano Juan y la Virgen María marchan de Jerusalén a Éfeso. Allí, Juan y la Virgen María se instalan. Eufrasio va con ellos, siempre a la vera de su Maestro Santiago. El 25 de mayo del año 42, según la leyenda, Eufrasio se halla en la decapitación de Santiago por Herodes Agripa, que lo manda degollar después de capturar al Apóstol en una visita de éste a Jerusalén.

Cuenta la tradición que, por orden de María Santísima, Eufrasio da sepultura al cuerpo glorioso de Santiago en el Monte Calvario, muy cerca del Santo Sepulcro. Pero el 18 de julio de ese mismo año exhuman el cuerpo del mártir y Eufrasio, en compañía de los otros seis, embarcan trayendo las reliquias a España. El viaje dura siete días. El 25 de julio –festividad de Santiago Apóstol- llegan a Hispania. Los Siete Varones Apostólicos arriban a Iria Flavia, y en lo que luego se llamará Compostela dan sepultura a Santiago. La Reina Lupa, una señora pagana, se convierte al ver los prodigios que obra aquella gloriosa reliquia. Cuando se inician las persecuciones contra los cristianos en Hispania, el sepulcro de Santiago es ocultado bajo escombros y cascotes, hasta que 759 años después, en tiempos de Alfonso el Casto y tras una serie de fenómenos sobrenaturales, se descubre la tumba del Apóstol y se le llama a ese lugar Campo de la Estrella, Compostela.

Los Siete Varones Apostólicos se habían derramado por la península, tras cumplir su cometido de dar sepultura al cuerpo del apóstol y mártir glorioso Señor Santiago. El 18 de enero del año 44, Pedro llega a Roma y establece allí su Sede y Cátedra Pontificia. Los Siete Varones Apostólicos, enterados de la buena nueva, emprenden romería –peregrinación a la Ciudad Eterna- para lograr de San Pedro Apóstol la consagración episcopal. Allí, según una tradición, Eufrasio recibe de la Verónica el lienzo sacratísimo en que se impregnó el Santo Rostro de Jesucristo cuando esta misma mujer fue a enjuagarle la faz sanguinolenta al Señor que iba cargado con la cruz. Eufrasio, una vez que retorna a la península ibérica, deposita el Santo Rostro en Iliturgi.

En el año 50 –según la leyenda- San Pedro Apóstol llega a España, desembarcando en la costa malagueña. Trae San Pedro consigo una serie de sacras imágenes de María Santísima (son muchas, según la tradición: todas las que se atribuyen a la mano de San Lucas.) A Eufrasio se le otorga por parte de San Pedro Apóstol un obsequio magnífico: una talla de María Santísima que luego será venerada bajo la advocación de Virgen de la Cabeza.

Eufrasio pasa catorce años al frente del episcopado de Iliturgi, poniendo los cimientos de la devoción que los indígenas sentirán por la Virgen de la Cabeza. Un juez delegado de Nerón inicia una persecución en Hispania. Captura a Cecilio, Hesiquio y Tesifonte en Granada y los romanos les dan muerte martirial quemándolos en una hoguera. Eufrasio escapa del martirio en esa ocasión, pero el 14 de enero del año 58 es capturado y muere decapitado en la misma Iliturgi, sede episcopal a la que dedicó más de catorce años.

La leyenda de los Siete Varones Apóstolicos es una piadosa relación que trata de presentarnos los primeros pasos del cristianismo en Hispania. Los Siete Varones Apostólicos son celebrados por la Iglesia en su festividad que es el 15 de mayo del calendario litúrgico, día y mes en que se supone que entraron a España para acometer la gran empresa de la primera cristianización de la península ibérica.

Una vez presentada esta leyenda es obligado que ni siquiera refiramos que la misma ha sido crudamente criticada, puesta en tela de juicio, equiparándola con un relato mítico, por lo que no podría aspirar –en las entendederas de sus detractores- a ser otra cosa que una piadosa leyenda hagiográfica invalidada por la crítica histórica en la práctica totalidad de sus elementos.

Sin embargo, el testimonio de San Gregorio VII sostiene, en carta a Alfonso VI, que los Siete Varones Apostólicos, como discípulos de Santiago, fueron enviados a Hispania. Indalecio predicó en Urci, Tesifonte en Vergi, en Carcesa lo hizo Hesiquio y Segundo en Abula. Ciudades de difícil localización, aunque en el caso de Eufrasio está muy claro que su apostolado lo realizó en Iliturgi, antiguo enclave poblacional de cierta consideración que por lo común se identifica con Andújar, aunque existen muchas razones arqueológicas para situarla más bien en las inmediaciones de la actual Mengíbar.

LA HIPÓTESIS AFRICANISTA DEL ORIGEN DEL CRISTIANISMO HISPANO

Desde los albores de la crítica –y sobre todo desde la Ilustración del siglo XVIII- se ha llevado a cabo una auténtica demolición de todo lo recibido como tradición. La Leyenda de los Siete Varones Apostólicos fue sometida a un severo examen y hoy son muy pocos los que conceden veracidad al relato fundacional del cristianismo hispano remontando a San Eufrasio y los seis varones apostólicos los orígenes de nuestra evangelización.

Se ha considerado que todo lo que gira alrededor de los Siete Varones Apostólicos no es más que una fábula benévola que, para historiadores como D. José María Blázquez, es fruto de la necesidad apologética que precisarán las iglesias hispanas, cuando tengan que buscar vínculos con Roma; será así como se invente todo un pasado apostólico que no se sostiene con datos históricos. Para estos autores modernos, el cristianismo en España encuentra su explicación en las continuas y fecundas relaciones que la península mantuvo con el norte de África. Es lo que llamaré la “hipótesis africanista”.

Basados en un escrupuloso estudio de las fuentes, fijando su autenticidad, los historiadores modernos han determinado que la primera y fidedigna fuente escrita que da fe de la existencia de cristiandades en Hispania data del año 254, levantándose acta en la Carta 65 de San Cipriano de Cartago. Existe una mención anterior, pero ésta se ha puesto en tela de juicio: es la que se atribuye a Tertuliano, que allá por el año 200 decía: “todos los ámbitos de las Hispanias… en todos esos lugares reina el nombre de Cristo, que ya ha venido”. Tampoco parece que para estos investigadores sea suficientemente fiable las menciones que hiciera San Ireneo en el año 180 sobre la existencia de iberos evangelizados, pues se teme que San Ireneo no fuese de Lyon de Francia, y estuviera refiriéndose más que a los iberos de aquende, a los iberos de Asia Menor.

Los modernos han estimado que son muchas las razones que apuntan a la vinculación primitiva de las cristiandades hispanas con las de la cornisa mediterránea de África. Por el norte de África cundió muy pronto el cristianismo, propagándose imparablemente. Las actas martiriales más antiguas que se conservan son las de los mártires de Scillis que entregaron su vida por Cristo en el año 180.

Entre las razones que se acostumbran señalar, como indicadores de la dependencia del cristianismo hispano del africano, son muy interesantes las que subrayan el rigorismo de muchos de los cánones del Concilio de Elvira (Granada), celebrado alrededor del año 300, que lo aproxima al cristianismo de cuño norte-africano. De las 37 sedes hispanas que comparecen al Concilio de Elvira, 28 iglesias representadas en el Concilio pueden ser localizadas en territorio hoy andaluz y de las 28, 6 son las que pueden ubicarse sobre el territorio que ocupa actualmente la provincia de Jaén. En dicho Concilio de Elvira encontramos la primera mención del obispo Camerino y el presbítero Leo, de Tucci (Martos), que en la ocasión referida comparecieron. La existencia de comunidades hispano-cristianas regidas por presbíteros es otro rasgo en común que muestran las primitivas cristiandades hispanas con las africanas, sin que se encuentre parangón en otras comunidades paleo-cristinas de Occidente.

Otra razón muy poderosa que aducen los autores modernos a este respecto es el origen africano de la arcaica liturgia hispana, así como la abundante presencia de términos latinos que eran de uso común en la organización eclesial de las cristiandades africanas y que comparten las hispanas: así “fraternitas” significando “comunidad de fieles” o “statio” como ayuno, muchas de ellas extraídas del argot militar, lo que como se verá más abajo no tiene que sernos extraño. Para una de las autoridades en esta materia, D. José María Blázquez, el cristianismo que se implanta en Hispania lo hace de la mano de los legionarios y de los mercaderes, procedentes de las comunidades cristícolas del norte de África. La cantidad de documentos epigráficos y arqueológicos así parece ponerlo de manifiesto.

Tenemos una imagen muy pobre de la antigüedad; muchos piensan que por falta de transportes rápidos y seguros, el hombre apenas viajaba en aquellas edades. Incluso hay profesores universitarios, de cuyo nombre no queremos acordarnos, que negaban la posibilidad de la venida del apóstol Santiago a España alegando la falta de transportes. En cambio, si bien es cierto que muchas personas podían permanecer desde su nacimiento hasta su muerte en el lugar de origen, ciertos grupos humanos por deberes profesionales y laborales se veían obligados a viajar. Los soldados forman uno de esos grupos abocados a la vida viajera en la antigüedad.

Harnack había señalado que muchos militares del norte de África abrazaron en fecha temprana el cristianismo; se sabe que el padre del mismo Tertuliano, más arriba referido, era un alto cargo militar. M. Díaz y Díaz, profundo conocedor de la arqueología paleocristiana, piensa que la evangelización de Hispania encuentra la clave de su arraigo originario en la Legio VII Gemina. Formada por legionarios reclutados entre los pobladores de las actuales León y Astorga, se sabe que estos soldados fueron movilizados en varias épocas para combatir en el norte de África, conocida como la Tingitania (aproximadamente la actual Argelia). Son muchas las cohortes que se documentan en esa zona gracias a documentos epigráficos varios: la cohors I fida vardulorum, la I augusta bracarorum, la I flavia hispanorum, la II hispanorum y la lusitanorum. Tertuliano menciona que en Lambaesis, norte de África, había echado raíces el cristianismo, y en la misma Lambaesis nos encontramos testimonios que confirman la presencia de la Legio VII Gemina. Es muy verosímil que algunos legionarios de la Legio VII Gemina, destacados en África, contactaran con las primeras comunidades cristianas y, una vez convertidos al cristianismo allí, pudieron haber traído la fe de Cristo consigo, a su retorno a lo que hoy es León (que recibe su nombre precisamente de la Legio VII) y Astorga.

No faltan testimonios que avalen esta hipótesis. Entre los primeros mártires hispanos van a ser abundantes los casos de legionarios. En el martirio de San Fructuoso, Obispo de Tarragona, y los diáconos Augurio y Eulogio (año 259) aparece mención de soldados cristianos que profesaban la fe cristiana. Un mártir hispano como San Marcelo era centurión de la Legio VII Gemina, los soldados y mártires Emeterio y Celedonio pertenecían a la misma legión.

El otro grupo que colaborará mucho a la difusión del cristianismo en Hispania será el constituido por los mercaderes que, procedentes de las comunidades del norte africano, vendrán a hacer sus negocios a Hispania y, no sólo trajeron sus géneros mercantiles, sino que también trajeron consigo el cristianismo. San Cucufato era “africano, nacido de padres nobles y cristianos de Scillis” y de San Félix se dice que vivía y hacía su apostolado en Hispania “simulando dedicarse al negocio comercial”, también San Félix era oriundo de Scillis. Será pertinente recordar que Scillis es aquella ciudad africana de la que proceden las actas de martirio más antiguas de toda la Cristiandad.

Se sabe que Santas Justa y Rufina, de las que nos ocuparemos más exhaustivamente en otra ocasión, también eran comerciantes que vendían cerámica. En efecto, nos parece muy plausible la hipótesis que remite el origen del cristianismo a la milicia y a los mercaderes provenientes de África que bien comercializaban con Hispania o bien venían a instalarse en la península ibérica.

El origen africano de nuestras primeras iglesias peninsulares puede corroborarse también al pie del rico caudal arqueológico que va descubriéndose. Como señala D. José María Blázquez: “Podemos aducir otras pruebas arqueológicas que confirman el influjo del cristianismo africano sobre el hispano, como las plantas de las basílicas, los mosaicos sepulcrales, las pilas bautismales, las cerámicas estampadas y las mesas de altar”. Aunque no valdría añadir a ese elenco de objetos arqueológicos los famosos sepulcros paleocristianos, como el hallado en Martos (Tucci), dado que estos sepulcros proceden de Roma y fueron traídos por mar, siendo transportados fluvialmente en dirección al nacimiento del río Betis y desembarcados en un punto impreciso del río desde el cual eran distribuidos, transportándolos hasta las ciudades destinatarias. Es cierto, no obstante, que si no el sepulcro paleocristiano marteño, bien es verdad que otros sepulcros de la época, aparecidos en la antigua Bética, se atribuyen a talleres indígenas ubicados antiguamente en Écija, Córdoba y Alcaudete.

El mismo Blázquez indica que: “Desde el punto de vista social, la cristianización comenzó en Hispania por las clases altas. La sociedad hispana, tanto en el siglo IV como en el siguiente, era pagana casi en su totalidad. En grandes zonas de la Península no se advierte la menor huella de la existencia de cristianos”.


Santas Justa y Rufina, Märtires

CONCLUSIÓN

Sin descartar la venerable y remota tradición de los Siete Varones Apostólicos, por mucho que la fantasía de los escritores que la aceptan pudiera haber introducido elementos espurios inaceptables como históricos, podemos concluir que el cristianismo se implantó en la Bética en los primeros siglos de nuestra Era. Con mucha probabilidad los legionarios que azotaron y crucificaron a Jesús fueron de origen bético, pues si una leyenda afirma que Poncio Pilato era nativo de Tarraco (actual Tarragona), algo más que una leyenda –documentos arqueológicos indubitables- nos indican que muchos de los soldados que formaban las legiones destacadas en Jerusalén eran de origen hispano. Por ejemplo, el famoso Longino. P. Cnaeus Pompeius Homullus Aelius Gracilis Cassianus Longinus se apellidaba “Hispanus”, que estuvo en la Legio II Augusta, destacada en Bretaña. Longinus estuvo empleado en menesteres militares, y más tarde pasó a la Legio X Fretensis en Judea, siendo tribuno de las Cohortes III vigilum, X urbana y V praetoria, condecorado dos veces como centurión con collares, faleras, brazaletes y corona dorada en la guerra germánica del 83; fue centurión del pretorio en tiempos de Domiciano, procurador de las provincias Lugdunensis y Aquitania en Britania y murió en Roma.
Publicado originalmente en: El blog de Cassia.

martes, 26 de agosto de 2014

CONFERENCIA: MÁRTIRES DE CÓRDOBA BAJO EL DOMINIO DEL ISLAM

 
 
En Córdoba, el 19 de septiembre de 2014, Dios mediante, a las 19:30 horas tendrá lugar una conferencia bajo el título de MÁRTIRES DE CÓRDOBA BAJO EL DOMINIO DEL ISLAM, a cargo de fray Vicente Niño Orti, O. P.
 
Este evento cultural forma parte del Ciclo de Conferencias CONOZCAMOS NUESTRA HISTORIA que organiza la Asociación Juvenil GRAN CAPITÁN de Córdoba. Queda por precisar el lugar donde se pronunciará la conferencia, por lo que estaremos atentos para informar.
 
Es una señal de esperanza que asociaciones juveniles sean capaces de realizar actividades culturales de tal calidad. El asunto de los Mártires de Córdoba es uno de los más silenciados por la infracultura del políticamente correcto y el mito de las Tres Culturas.


DISCIPLINA DEL ARCANO: INSTRUCCIÓN EN LOS SAGRADOS MISTERIOS

DISCIPLINA DEL ARCANO: INSTRUCCIÓN EN LOS SAGRADOS MISTERIOS



Manuel Fernández Espinosa*
“Nolite dare sanctum canibus, neque mittatis margaritas vestras ante porcos, ne forte conculcent eas pedibus suis et conversi disrumpant vos” ( “No deis las cosas santas a perros ni arrojéis vuestras perlas a puercos, no sea que las pisoteen con sus pies y revolviéndose os destrocen”) [Mt. 7, 6].


Es un pasaje sobradamente conocido del Evangelio según San Mateo, pero no creo que sea lo bastante bien entendido. Según opina Jacob Marx (S. J.), estas palabras del Señor “debieron mover a los fieles, desde los primeros tiempos, a tener secreto lo que pudieran profanar los gentiles, y de ahí nació una práctica constante, que se ha llamado modernamente disciplina del arcano, la cual se guardaba en la instrucción de los catecúmenos”.

Disciplina del Arcano o lo que es lo mismo: la instrucción o “disciplina del secreto” era el modo como se introducía al fiel cristiano en los Misterios y en esta cita evangélica encontraba su plena justificación, afectando a la transmisión de los Sacramentos, del Misterio de la Eucaristía y los dogmas de fe (especialmente la Santísima Trinidad), la profesión de fe y hasta el Padrenuestro. Pero además de ésta cita que fundamenta la “disciplina del arcano”, podríamos encontrar muchas más citas neotestamentarias que indican que, en los primeros tiempos del cristianismo, hubo una transmisión “secreta” de los Misterios (Arcanos).



Allá por el año 1685 el bibliotecario del Vaticano, el antuerpiense Emmanuel Schelstrate (1649 - 1692) sostuvo una controversia con el polígrafo alemán Wilhelm Ernst Tentzel (también conocido como “Tenzelius”; 1659-1707) a cuenta justamente de fijar la antigüedad de esta remota tradición de la “disciplina del arcano”: Tenzelius pensaba que la“disciplina del arcano” podía datarse a finales del siglo IX, mientras que con más poderosas razones, el católico Schelstrate la remontaba a los tiempos apostólicos. No fueron los únicos autores que repararon en esta cuestión, pero los fieles ignoran hoy en su inmensa mayoría lo que fuese esto de la „disciplina del arcano“.

Si cualquiera se tomara la molestia de buscar información sobre la disciplina del arcano verá que no es fácil encontrar apenas algo en los libros de teología al uso; tal vez sería más fácil hallar alguna superficial mención de esta antigua práctica de los primeros cristianos en libros de Historia del Arte; para ser preciso, en el tema concerniente el arte paleocristiano en particular que, ciertamente, sería prácticamente hermético de no mediar lo que de la disciplina del arcano se nos alcanza a través de la tradición apostólica y patrística. Sin esos documentos el arte paleocristiano (el de las catacumbas, p. ej.) sería imposible de interpretar. En nuestros días todavía se habla de los Sacramentos de Iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), pero ¿se sabe lo que se está diciendo con ello? Apenas se menciona la „doctrina del arcano“ en la que radicaba la iniciación cristiana.

Consideremos, en primer lugar, que cuando el cristianismo empezó su expansión, ésta no se hizo sin pesar sobre él la siempre amenazadora persecución: „Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí primero que a vosotros“ (Jn. 15, 18). Eso explicaría –según opinan algunos- que los primeros cristianos, los mismos apóstoles, se vieran constreñidos a propagar la fe por medios clandestinos.

Pero es del todo erróneo ese enfoque: la „doctrina del arcano“ no podría explicarse por una especie de prudente ocultación de los dogmas y misterios en tiempos de persecución, franqueándolos exclusivamente a los iniciados y probados. En primer lugar, es del todo erróneo que la persecución contra el cristianismo haya desaparecido nunca en los más de dosmil años de cristianismo y, en segundo lugar: fue el mismo Jesucristo quien había encomendado a sus apóstoles el no dar lo santo a los perros: „no deis las cosas santas a los perros ni arrojéis vuestras perlas a los puercos“ (Mt. 7, 6). Las palabras de Nuestro Señor Jesucristo pueden resultar fuertes para los oídos contemporáneos tan maleados por un torpe sentido de la tolerancia y el igualitarismo, pero son las palabras de Jesucristo, no las de cualquiera: no es la vez primera que Jesucristo habla de „perros“ para referirse a los que no forman parte de la comunidad. Jesucristo se expresa con rotundidad: insta a sus discípulos a guardar cierto género de cosas (las cosas santas, lo santo) y reservarse las perlas. Los más inspirados exégetas del Evangelio de San Mateo han entendido este pasaje como magistralmente nos lo expone el jesuita Juan de Maldonado (1533-1583): „entiendo por santo todo el misterio y por margaritas [perlas] lo más precioso y mayor de los misterios, y por canes y puercos, dos clases de hombres, fieles e infieles, a los que no se han de comunicar los misterios. Aquellos que se limitan a despreciarlos, como los perros, que no ven diferencia en lo santo y en lo profano, y los que no solamente los desprecian, sino además se irritan y encima hacen daño como los puercos“.

El mismo Juan de Maldonado nos dice que San Juan Crisóstomo y San Agustín se preguntaban si no incurría Jesucristo en una flagrante contradicción al vetar explícitamente los divinos misterios a los indignos, cuando a la vez resulta que podemos encontrar otros destacados pasajes evangélicos en los que el mismo Jesucristo manda enseñar a todos sin hacer diferencias: „Lo que os digo en las tinieblas decidlo a la luz, y lo que oís a la oreja predicadlo sobre los terrados“ –por ejemplo.

Y es aquí en donde encontramos la razón de que se haya perdido la „ley del arcano“. Durante mucho tiempo se ha insistido y ha predominado manifiestamente la „predicación“ sobre el mandato de reservar lo santo para los dignos de ello. Así es como ha parecido que la „ley del arcano“ haya quedado relegada. La palabra „arcano“(capitalizada por las corrientes esoteristas) parece que sugiere (a los más ingenuos) que se abogue por una enseñanza secreta que contradijera el mandato de predicar en todo momento el Evangelio. Parece que prevaleció el mandato de la predicación y el veto quedó relegado a un ámbito jurídico (por ejemplo, las cuestiones de derecho canónico). Pero tal vez es hora de ir recuperando lo sagrado, pues una cosa no contradice la otra: se debe predicar abiertamente a la luz del día y confesar la fe en Cristo y también, como católicos, hemos de tener muy en cuenta que lo sagrado no puede ser comunidado a aquellos que sean indignos de recibirlo: por fieles laxos o infieles.

Juan de Maldonado lo solucionó con esa claridad meridiana de la teología de los buenos tiempos: „a todos y sin acepción de personas se ha de predicar“ –escribió... Pero también dejó escrito que: lo más perfecto del Evangelio (los Sacramentos y los Dogmas, p. ej): „no se ha de comunicar con los que no diesen esperanza de utilidad, sino más bien de temor de cierto daño, que entonces se debe reservar, porque se perdería el trabajo y también la obra misma“.

Una recuperación de la„ley del arcano“ devolvería a la vida de la Iglesia la dimensión espiritual de los Sacramentos, vividos en la comunidad eclesial. Es por esta razón por la que hemos presentado este tema tan poco conocido por nuestros contemporáneos, con la esperanza de haber sido bien entendidos por los hermanos que nos leen.




*Manuel Fernández Espinosa (Torredonjimeno, 1971) es Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Pontificia de Salamanca y diplomado en Ciencias Religiosas por la Universidad Pontificia de Comillas. Ensayista y colaborador de algunas publicaciones impresas y digitales, entre las que cabe mencionar LA RAZÓN HISTÓRICA y RAIGAMBRE.


BIBLIOGRAFÍA:
Schelstrate, “Dissertatio apologetica de disciplina arcani contra disputationem E. Tentzelii'', 1685.
 
Tentzel, Exercitationes selectae, ii., leipsic, 1692, contiene la “Dissertatio de disciplina arcani” de 1683.
 
Juan de Maldonado, “Comentarios a San Mateo”, La Bac, 1950.
 
“La Sagrada Escritura”, texto y comentarios por profesores de la Compañía de Jesús bajo la dirección de los Padres Rafael Criado (Antiguo Testamento) y Juan Leal (Nuevo Testamento), Nuevo
Testamento, volumen 1, “Los Evangelios”, La Bac, 1961.
 
Monseñor Bougaud, “El cristianismo y los tiempos modernos”,5 volúmenes, tercera edición española, Herederos de Juan Gili, Barcelona, 1917.

J. Marx, “Compendio de la Historia de la Iglesia”, Editorial Librería Religiosa, Barcelona, 1946.
Fotos amablemente cedidas por Manolo Guallart
 
Artículo originalmente publicado por ASOCIACIÓN BÍBLICA SAN PABLO DE VALENCIA.

lunes, 25 de agosto de 2014

DIDASKALEÍON DE ALEJANDRÍA

 
 
 
"Durante el siglo III, el centro más activo del pensamiento cristiano es Alejandría. Aun dentro del Imperio Romano, esta ciudad había conservado la antigua religión de los egipcios, y el templo de Sérapis la dominaba todavía; los cultos romanos se habían añadido al antiguo culto local, sin intentar suprimirlo. Alejandría comprendía, además, una importante comunidad de judíos, tan completamente helenizados que fue preciso traducir para ellos el Antiguo Testamento del hebreo al griego. En este medio había nacido el alejandrinismo judío, cuyo más importante representante había sido Filón. Judíos y cristianos reclaman igualmente como suyo el Antiguo Testamento; por eso se concibe que la exégesis de Filón, cargada de elementos platónicos y estoicos, haya ejercido considerable influencia sobre el pensamiento de los cristianos de Alejandría. Ocupa, respecto de ellos, una posición comparable a la que ocupa Moisés Maimónides en relación con los escolásticos del siglo XIII. Había, en efecto, en Alejandría, junto a los cultos egipcio, romano y judío, una comunidad cristiana y, por consiguiente, un culto cristiano. Los orígenes de dicha comunidad son poco conocidos. Los primeros cristianos llegados de Egipto son gnósticos; allí nació Carpócrates; allí enseñaron también Basílides y Valentín, y la presencia de herejes autoriza a suponer la de una iglesia. Sea de ello lo que quiera, había ciertamente en Alejandría, hacia 190, una escuela cristiana, cuyo maestro era Panteno (+200), estoico converso, que parece no escribió nada, pero a quien Clemente de Alejandría debe lo mejor de su formación".
 
("La Filosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV",
Étienne Gilson)
 
"En Alejandría, que era entonces el principal centro cultural del imperio romano, floreció desde principios del siglo II una comunidad cristiana cuya fundación se atribuía al evangelista San Marcos. Para la instrucción de los gentiles que se convertían se fundó una escuela catequética, que recibió el nombre de Didaskaleíon, y que adquirió importancia desde que en 180 se encargó de su dirección San Panteno, ateniense, educado en la filosofía estoica. A sus lecciones asistían no sólo cristianos, sino también gentiles. Tuvo gran prestigio como maestro. Clemente de Alejandría lo califica de "verdadero formador de almas". Parece que no escribió nada, limitándose a la enseñanza oral. En 189, el obispo Demetrio lo envió a evangelizar la India, donde murió hacia 211."
 
("Historia de la Filosofía", tomo II: El Judaísmo, el Cristianismo, el Islam y la Filosofía,
Guillermo Fraile, O. P.).

miércoles, 20 de agosto de 2014

ALEGORÍA DE LA FILOSOFÍA, SEGÚN BOECIO



 
 

 
 
 
LAS MIXTIFICACIONES DE FULCANELLI
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
"El misterio de las Catedrales" de Fulcanelli, publicado en París en 1929, es uno de los clásicos del ocultismo alquímico traducido a muchos idiomas. En España se publicó en 1967 y sigue reeditándose, habiéndose convertido en un libro básico para los "aprendices de brujo". En Francia, Gérard de Sède y tantos otros autores, vinculados a grupos ocultistas, siguieron la estela de Fulcanelli, ofreciendo libros como "El misterio gótico" o "Los templarios están entre nosotros".
 
En España "El misterio de las Catedrales" se ha convertido desde 1967 en un referente para todo "aprendiz de brujo" e incluso escritores españoles como Juan Eslava Galán se han inspirado en dicho libro para hacer sus cábalas, poniéndose a interpretar desde un enfoque ocultista cualquier elemento de nuestras catedrales: Juan Eslava Galán lo hizo con la Catedral de Jaén en "El enigma de la mesa de Salomón". El resultado es que se ha producido toda una subliteratura que, declare o no su deuda con Fulcanelli, es dependiente de "El misterio de las Catedrales" y, en menor medida, de "Las moradas filosofales" del mismo Fulcanelli. De este modo, los templos cristianos antiguos son reinterpretados según parámetros ajenos al cristianismo, con la tendencia de presentar el cristianismo como un fenómeno religioso sincretista, desprovisto de originalidad.
 
Es indudable la atracción que ejerce "El misterio de las Catedrales", en tanto que ofrece una interpretación de los símbolos muy sugerente para el lector medio. Sin embargo, el lector perspicaz advierte tergiversaciones interpretativas que acomodan la realidad monumental a las conveniencias de su intérprete. Y dada la vasta cultura que muestra Fulcanelli, estas tergiversaciones no pueden ser atribuidas a error o descuido, sino a una intención manipuladora que oculta datos al lector.
 
Veamos un ejemplo paradigmático. Cuando Fulcanelli pone al lector frente a la Catedral de Notre Dame de París, repara en una de las alegorías plasmadas en el pilar central, la que ocupa el lugar de honor. Y la describe así:
 
"Sentada en un trono, lleva un cetro -símbolo de soberanía- en la mano izquierda, mientras sostiene dos libros con la derecha, uno cerrado (esoterismo) y el otro abierto (exoterismo). Entre sus rodillas y apoyada sobre su pecho, yérguese la escala de nueve peldaños -scala philosophorum-, jeroglífico de la paciencia que deben tener sus fieles en el curso de las nueve operaciones sucesivas de la labor hermética".
 
Sin más identifica esta imagen con una alegoría de la Alquimia, la describe como hemos citado y a continuación desarrolla su discurso. Pero, ¿es ciertamente la Alquimia la que está figurada ahí?
 
Para una mejor identificación de la alegoría que se representa habría que ir a "La Consolación de la Filosofía" del filósofo romano Severino Boecio (aprox. 480-524 d. C.). En esa obra fundamental de la filosofía occidental, podemos leer la escena en que, ante el atribulado Boecio, irrumpe la Filosofía. La Filosofía aparece bajo figura femenina y así nos la describe:
 
"...la figura de una mujer de sereno y majestuoso rostro [...] Su vestido lo formaban finísimos hilos de materia inalterable [...] en su parte inferior veíase bordada la letra griega "Pi" (π), y en lo más alto, la letra "Thēta" (Θ). Y enlazando las dos letras había unas franjas que, a modo de peldaños de una escalera, permitían subir desde aquel símbolo de lo inferior al emblema de lo superior. [...] La mayestática figura traía en su diestra mano unos libros; su mano izquierda empuñaba un cetro".
 
La letra griega "Pi" en los pies del vestido de la Dama Filosofía es la inicial de πρᾱξις (praxis) y la letra "Thēta" la inicial de θεωρία (Teoría). Boecio nos presenta de este modo a la Filosofía que consuela a quien se aplica a ella: la escala es un formidable símbolo que nos remite a alzar la mirada desde el mundo terrenal en el que vivimos y actuamos a las altas cimas de la contemplación teorética de los principios metafísicos. Pero hemos de pensar que, así como hay un movimiento de ascensión gradual que levanta al filósofo de lo terreno a lo celeste, hay otro momento de descenso que, toda vez conquistada la verdad teórica, pone en condiciones de hacerla práctica en el mundo terreno, bajando al suelo donde se pisa. Por la Filosofía el hombre se instruye para escalar esos peldaños arriba y abajo. La alegoría aquí plasmada es de raigambre platónica: nos recuerda el ascenso de la alegoría de la línea y también la liberación del que es presa de las sombras de la caverna.
 
En cuanto a los libros y el bastón, Fulcanelli anda más atinado: el libro cerrado puede simbolizar la enseñanza esotérica que sabemos existía en escuelas filosóficas antiguas como la pitagórica, la platónica y la aristotélica, pero que nada tiene que ver con la engañifa que por ahí se jacta de "esoterismo" (en su peor acepción) y el libro abierto indicaría la enseñanza exotérica, vulgarizada por estar dirigida a un mayor público; por ejemplo, en este sentido los pitagóricos llamaban "acusmáticos" a sus seguidores menos comprometidos y reservaban el nombre de "matemáticos" para los que tenían acceso a la doctrina más avanzada. El cetro o bastón, en efecto, es un símbolo de poder: como el bastón de Moisés. Poco importa que Boecio nos describiera a la Filosofía de pie, mientras que su alegoría plasmada en Notre Dame de París esté sedente en un trono.
 
El tema no se agota aquí, pues mereciera todo un estudio mucho más profundo de las plasmaciones escultóricas o pictóricas que de la Filosofía (y de la Sophía) se han realizado en miles de años. Pero era conveniente recordar que el motivo de la alegoría que Fulcanelli identificó con la Alquimia, encuentra su más plausible inspiración en "De Consolatione Philosophiae" del filósofo cristiano Boecio, un filósofo cristiano al que no puede imputársele achaque de alquimia gnóstica sin faltar gravemente a la verdad.