LA TORRE, LA VELETA, EL GALLO Y LA CRUZ
Manuel Fernández Espinosa
Todos los templos cristianos tradicionales (huelga decir que los modernos pueden carecer de este elemento, además de muchos otros; hasta el punto de no saber si estamos o no estamos en un templo) suelen disponer de una Torre. Además de su funcionalidad: como campanario y también como puesto de vigía (en la Edad Media), la Torre de la iglesia tiene un simbolismo muy profundo.
La Torre recuerda, por su aspecto de recinto recio y murado, a la Virgen María (que en las letanías es invocada como "Turris Davidica" y "Turris Eburnea"), siendo a la vez simbolismo de la ascensión a las moradas célicas. Pero también es la torre símbolo del Prelado que, como jerarquía terrenal (en la teología de Dionisio Areopagita) defiende a la Iglesia Militante con su recta doctrina y su palabra ardiente, siempre presto a llevar los ojos de los fieles a superar la tierra y mirar al Cielo. Es, por lo tanto, símbolo de fuerza y constancia.
El capitel de la Torre simboliza la vida y el entendimiento del Prelado, que ha de ser intachable. La Cruz corona la Torre, como estandarte de Cristo el Crucificado. No es tampoco ocioso que sobre la Cruz se pusiera un gallo que simboliza al Predicador. La veleta, por debajo de la Cruz, representa que, independientemente del viento que sople, hemos de tener siempre la Cruz sobre nosotros.
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