martes, 31 de marzo de 2015

EL PADRE FRANZ JOSEPH DÖLGER, TRADUCIDO AL CASTELLANO





DÖLGER Y EL ESTUDIO COMPETENTE
DE LA CONFRONTACIÓN
ENTRE
CRISTIANISMO Y PAGANISMO
EN LOS PRIMEROS SIGLOS
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Se ha convertido en un lugar común disolver la singularidad del cristianismo alegando que la mayor parte de las festividades del calendario litúrgico, rituales, sacramentos, etcétera no son propios del cristianismo, sino incorporados por éste, que los extrajo del mundo pagano. Así, la Navidad, hasta la Semana Santa, no serían otra cosa -según esta tendencia- que una suerte de sincretismo que, asimilando elementos pre-cristianos, ha rebozado de sentido cristiano contenidos ancestrales. La conclusión que el cristiano hace, cuando acepta estas premisas postuladas por ciertos historiadores de la religión, se reduce a dos respuestas:
 
1) El cristianismo no es una religión singular, sino digamos que una religión de aluvión, con lo que queda relativizado. A la postre, lo mismo sería adorar a Jesucristo que a Helios, a Mitra o a Dionisos.
 
2) El cristianismo original ha sido desvirtuado y el mensaje de Cristo se ha disuelto, por lo que se supone que sería urgente un retorno a las fuentes evangélicas que, según afirmaban ya los protestantes, apenas se pueden reconocer en la doctrina sacramental sostenida por la Iglesia católica o las iglesias ortodoxas orientales.
 
Para poner un poco de orden en este desbarajuste, me complace señalar la obra de un autor alemán que está siendo traducido, por fin, al castellano. Me refiero a la monumental obra del Padre Franz Joseph Dölger (1879-1940). Nacido en Sulzbach, se ordenó de presbítero en 1902, defendiendo dos años después su tesis doctoral -"Das Sacrament der Firmung, historisch-dogmatisch dargestellt" (El Sacramento de la Confirmación, expuesto de modo histórico-dogmático). Sus inquietudes, puestas de manifiesto con su tesis, recibieron la inspiración de Albert Ehrhard que, cuando Dölger se encaminaba a Roma, le dijo: "Si trae usted de Roma una noción clara de la manera en la que el cristianismo primitivo se confrontó con las culturas antiguas, entonces la estancia en Roma habrá valido la pena para usted".
 
Y así lo hizo Dölger. En 1906 es profesor en Würzburg, en 1911 desempeña la cátedra de Historia general de la religión y Arqueología cristiana en Münster. En 1925 sería nombrado miembro de la Pontificia Comisión de Arqueología Cristiana y un año después es profesor de Historia de la Iglesia en Breslau. En 1929 lo es en Bonn y en 1934 pasa a ser miembro de la Pontificia Academia de Arqueología. Fallece el año 1940 en Schweinfurt.
 
Sus trabajos dan la impresión de fragmentariedad, pero conforman un legado colosal para el estudio de lo que él calificaba en términos técnicos como "Auseinandersetzung" (confrontación, debate) entre el cristianismo y el paganismo en los primeros siglos de andadura del cristianismo. Destaquemos sus obras: "Der Taufexorzismus im christlichen Altertum" (El exorcismo bautismal en la Antigüedad cristiana), varios volúmenes dedicados al simbolismo crístico del "Pez" o al "Sol Salutis", "Antike und Christentum" (Antigüedad y Cristianismo), El campo de su investigación era tan vasto que por ser inabarcable para una sola persona, se creó el "Franz Joseph Dölger Institut zur Erforschung der Spätantike" (el Instituto Franz Joseph Dölger para el estudio de la Antigüedad tardía) que prosigue la obra de este historiador del cristianismo publicando desde 1958 el "Jahrbuch für Antike und Christentum" (Anuario de Antigüedad y Cristianismo) y la revista "Theophaneia". La obra de Dölger es de una erudición asombrosa, con un conocimiento del mundo antiguo pagano y cristiano colosal, de un ímprobo esfuerzo en lograr la mayor precisión técnica, el estudio de las fuentes paganas y cristianas, confrontándolas y dando una interpretación fundada.
 
La obra de Franz Joseph Dölger era desconocida en España hasta que el sacerdote madrileño D. Pedro Sabe (aquí el blog dedicado íntegramente al estudioso teutónico) ha llamado la atención sobre ella, reunido a un competente equipo de traductores y la Editorial Encuentro se ha arriesgado a traerla al ámbito de lengua hispana. Dos son, por ahora, las obras traducidas del sabio alemán al español: "Paganos y cristianos. El debate de la Antigüedad sobre el significado de los símbolos" que es una miscelánea de textos y "La luz de Cristo". Obras que recomendamos para todos los que quieran entender la confrontación del cristianismo y el paganismo en los primeros siglos y obra dölgeriana que esperamos que se vea ampliada por encontrar un público receptivo, hambriento de conocer la cuestión lejos de los simplismos que conducen al relativismo religioso o a la supuesta recuperación de un "cristianismo primitivo" sin Iglesia ni Sacramentos.
 
Esperamos que la obra de Dölger sea paulatinamente traducida al castellano, para poner en manos del público cristiano argumentos sólidos para comprender al incipiente cristianismo en su ambiente y en la confianza de que será a su vez sugerente para afrontar los nuevos desafíos del presente, cuando tras dos mil años de cristianismo éste parece eclipsado por la apostasía y el neopaganismo.

lunes, 30 de marzo de 2015

COMTEMPORÁNEOS DE CRISTO

 
 
 
"VIAJEROS" SIN TIEMPO 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Miremos este cuadro con atención. La figura central, como no podía ser menos, es Jesucristo, rodeado de una muchedumbre que lo despoja de su túnica inconsútil, mientras le prepara la Cruz. Si algo llama la atención es el caballero que está a su diestra: su mirada no va dirigida a Jesucristo, sino que nos mira a nosotros. Será el donante, podemos conjeturar sin necesidad de ser especialistas en historia del arte: bien puede ser. Pero lo que nos embarga es que este caballero, con armadura y golilla, no está caracterizado como un centurión ni como un legionario romano de la época en que Jesucristo fue crucificado. Es un hombre del mismo siglo del pintor, para que no quepa duda lleva hasta golilla, prenda de vestir muy propia de los siglos XVI y XVII.
 
No es cosa exclusivamente de El Greco, pero sí revela toda una actitud. Algunos podrían calificar este elemento como un elemento "anti-historicista", que se salta la presunta norma de ser realistas, que rompe la fidelidad a la época, que se muestra olímpicamente indiferente al atrezzo de los personajes representados; pero es difícil, imposible, que se pueda ser contrario al historicismo, que estaba por inventar. Tampoco cabe achacarlo a descuido del pintor: aunque en los años de Doménikos Theotokópoulos la arqueología no hubiera avanzado tanto como lo hizo después, habría que pensar que el pintor es un ingenuo para vestir a sus personajes como contemporáneos suyos: además, los otros personajes sí visten como judíos y romanos de la época de Cristo. El hecho es que, ante este cuadro de "El expolio", al igual que frente a otros cuadros del mismo autor o de autores más antiguos y posteriores, una cosa salta a la vista: algunos personajes de la escena pictórica parece que se han colado de matute. Es como si, a través de un viaje en el tiempo, hombres del XVI se hubieran traspuesto al momento de la crucifixión, apareciendo con su propio vestuario, con sus corazas, sus golillas, en el mismo Gólgota. Dan la sensación de ser intrusos "venidos" del futuro al Calvario en que sucede el expolio y la crucifixión. Con rigor historicista dijéramos que se trata de anacronismos que resaltan para unos ojos perspicaces. El caballero de armadura no es el único, incluso adivinamos en el gentío a un fraile dominico.
 
¿Pero son anacronismos? ¿Es que se les puede reprochar a estos geniales artistas del siglo de oro ser unos desinformados históricos?
 
Sabemos que la Misa es el sacrificio incruento del Calvario. En la pintura, la escena de la historia sagrada no es de ayer: los hombres de hoy también están allí que es un AQUÍ Y AHORA total. Como Ana Catalina Emmerick que vivía en el siglo XIX, pero místicamente andaba mezclada entre los discípulos del Señor, entre sus condenadores y sus verdugos. La pintura se convierte en oración imaginativa, tal y como mandaba San Ignacio en sus Ejercicios: composición de lugar.
 
Los corsés del tiempo quedan vencidos.
 
 
 
 


jueves, 26 de marzo de 2015

SACRAMENTUM REGIS: EL MISTERIO DEL REY





ELEMENTOS VETEROTESTAMENTARIOS PARA 
LA DOCTRINA DEL ARCANO CRISTIANO 


Manuel Fernández Espinosa


"Sacramentum Regis bonum est abscondere,
opera autem Dei revelare honorificum est."


Esta enigmática frase la dice San Rafael, finalizando ese libro maravilloso del Antiguo Testamento que es el "Libro de Tobías". Recordemos que Dios ha intervenido a través de San Rafael que, tomando aspecto humano bajo el nombre de Azarías ha acompañado a Tobías, el joven hijo del piadoso Tobit, salvando a Sara del asedio del demonio Asmodeo y felizmente ordenándolo todo para casar a los dos jóvenes y, por último, devolviendo la vista al anciano Tobit. En toda la historia tiene una gran importancia el pez que el Arcángel manda que atrape Tobías:
"Siguieron los caminantes su viaje y llegaron al atardecer a las orillas del río Tigris, donde pasaron la noche. Bajó el muchacho a bañarse, y salió del río un pez que quería devorarle. Pero el ángel le dijo: "Agárralo". Capturólo el joven y los sacó a tierra. Díjole el ángel: "Descuartiza el pez y separa el corazón, el hígado con la hiel, y ponlos aparte". Hizo el muchacho lo que el ángel le decía, y asando el pez, comieron."

Aunque el "Libro de Tobías" forma parte del Antiguo Testamento, bueno será que nos recuerde, por caso Su Eminencia Reverendísima Isidro Gomá, que "puede decirse que toda la economía del Antiguo Testamento es tipo de la del Nuevo", siendo el "tipo" el hecho figurativo, así como Jonás es tipo de Jesús resucitado, la serpiente de bronce tipo de Jesús crucificado, etcétera.

¿Qué quiere decirnos San Rafael con esa frase enigmática: "Sacramentum Regis bonum est abscondere, opera autem Dei revelare honorificum est"? Nácar-Colunga traduce "sacramentum" por "secreto": "Bueno es guardar el secreto del rey, pero glorioso pregonar las obras de Dios". Pero "Sacramentum Regis", lo mismo que se traduce por "secreto", podría traducirse por "misterio", dado que con "sacramentum" se quiso traducir la palabra griega "mysterion" (misterio, místico). Lo que San Rafael está diciendo a Tobit y a Tobías, a nosotros también (faltaría más) es muy claro: el "misterio del Rey", su Sacramento, es bueno esconderlo (abscondere), pero las obras de Dios no han de ser escondidas, sino proclamadas.

En toda la historia de Tobías el papel que juega el "pez" es símbolo eucarístico anticipado, como así lo entendieron los primeros cristianos que hicieron del "pez" uno de los primeros símbolos arcanos de Cristo y más profusamente empleados en el arte paleocristiano. Todas las autoridades coinciden en que en el nombre de "pez" ("ichthys", en griego) se ocultaba la aclamación simbólica de Cristo:

"El más raro en apariencia, pero a la vez frecuentemente utilizado [...] que para ser comprendido requiere una profunda iniciación cristiana, y que aparece como uno de los más antiguos. Se origina de la denominación griega "ichthys", cuyas letras serían las iniciales del acróstico: "Jesucristo Hijo de Dios Salvador", cuyo emblema fué la misma figura del pez o la expresión en griego, debido al misterioso significado que encerraba, según se desprende de las alusiones que se hacen a Cristo como pez en las fuentes literarias y epigráficas contemporáneas, de modo que, con ello, el símbolo se reviste con una oculta, pero directa, profesión de la divinidad de Cristo" -nos dice Monseñor Eduardo Junyent, en "Los cementerios cristianos de Roma. Orígenes, descripción, iconografía".

Don Gregorio Alastruey nos recuerda que éste símbolo crístico-íctico "expresa sus principales atributos, de donde arrancó la expresión "Piscis assus Christus est passus = el pez asado es Cristo en su pasión, usada por los fieles para significar el misterio de la Eucaristía, como se puede ver en los célebres epitafios de Abercio (siglo II) y de Pectorio de Autún (siglo III)".

Aunque son muchos otros los pasajes de la Sagrada Escritura en que podemos encontrar menciones a peces, el origen de este primitivo símbolo cristiano del pez se encuentra en el pez de Tobías; que si por su repentina aparición en las aguas del Tigris resulta una amenaza para el joven Tobías a lo primero, será una vez descuartizado, conforme a las instrucciones de San Rafael Arcángel, alimento para el camino y remedio contra el demonio Asmodeo y la ceguera del anciano padre de Tobías.

Así se nos aclara la frase que nos proponíamos dilucidar: "Bueno es guardar el Sacramento del Rey...": el Sacramento del Rey (la Eucaristía) no ha de darse a cualquiera. Pero tampoco podemos silenciar la eficacia y los bienes que dimanan del Sacramento: las "obras de Dios" que hemos de proclamar incluso arriesgando la buena fama entre los hombres y hasta la vida misma. Lo que afianza aquello de lo que tuve ocasión de tratar en "Doctrina del Arcano: instrucción en los sagrados misterios".

Dios nos lo conceda por siempre.


BIBLIOGRAFÍA:


Sagrada Biblia, versión directa de las lenguas originales por Nácar Fuster, Eloíno y Colunga Cueto, Alberto, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1975.

Gomá, Isidro, "La Biblia y la predicación", Rafael Casulleras Librero-Editor, Barcelona, 1927.

Kirschbaun, Engelberto; Junyent, Eduardo y Vives, José, "La tumba de San Pedro y las Catacumbas romanas. Los monumentos y las inscripciones", Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1954.

Alastruey, Gregorio, "Tratado de la Santísima Eucaristía", Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1951.



martes, 24 de marzo de 2015

HEBDOMADA SACRAE: HEBDOMADA RESTAURATIONIS





PARA LA MEDITACIÓN DE LA SEMANA SANTA

 
Manuel Fernández Espinosa


A unos días de comenzar la Semana Santa (Hebdomada Sacrae) considero oportuno ofrecer un aproche al profundo simbolismo subyacente a este tiempo litúrgico.
 
La semana en sus siete días es un septenario (Hebdómada) que se forma con la suma del cuaternario y el ternario, donde el 4 es el número de la tierra y el 3 el del cielo; de lo que se deduce que el 7 es la suma del cielo y la tierra: esta función también actúa en otros grandes órdenes, como el de las virtudes: las tres teologales y las cuatro cardinales; incluso en el sistema de estudios medieval esta relación del ternario y el cuaternario se muestra en el Trivium y el Quadrivium. Los siete días de la semana se relacionan con las siete direcciones del espacio: dos para cada una de las tres dimensiones más el centro que viene a ser el día del descanso (en la cultura judía, el sabbath; el domingo para los cristianos) y cada día ha conservado subrepticiamente el nombre de planetas, incluyendo la luna y el sol: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. El siete es considerado como un ciclo completo, estrechamente vinculado a los trabajos y las tribulaciones que son pruebas.
 
Nuestro maestro Clemente Alejandrino establecía que la contemplación requería una doble preparación: una purificación moral, mediante la práctica de las virtudes. Después de los seis días se llegaba al descanso -hebdómada- y, por ascenso de los siete cielos, el siete se transformaba en ocho: la ogdóada que es símbolo de la regeneración, por ser superación del ciclo terreno (la semana) y forma central del cuaternario y el círculo (orden de la eternidad): de ahí que las pilas bautismales sean tradicionalmente o circulares u octogonales. Para Clemente de Alejandría el entrenamiento moral había que completarlo con una purificación intelectual, consistente en el bautismo (baño purificador e iluminación) y, una vez iniciado en los misterios menores, el cristiano accede a los grandes misterios, donde puede contemplar a Cristo (el Logos): "Los que no se quedan en la hebdómada del reposo, sino que se asimilan a Dios por las buenas obras, se elevan hasta la herencia de una bienhechora ogdóada" -dice Clemente Alejandrino.
 
Esta tradición fue continuada por eminentes místicos de la Escuela de Chartres, como Teodorico de Chartres que, prescindiendo del simbolismo, pretendió en su tratado "De septem diebus et de sex operum distinctionibus" interpretar la creación genesíaca aplicando los conceptos de la física platónica según Calcidio. El primer día, Dios crea la materia (los cuatro elementos), el segundo crea el firmamento y así hasta el séptimo día en que descansa. La creación del mundo, en la síntesis platónico-aristotélica de Teodorico de Chartres, se comprendía por el concurso de cuatro causas: Dios Padre, como causa formal, los cuatro elementos como causa material, Dios Hijo como causa eficiente y el Espíritu Santo como causa final.
 
La Semana Santa presenta así un ciclo completo que recuerda los siete días de la creación del mundo. Pero la fractura que el pecado ocasionó en el "ordo creationis" es reparada perfectísimamente por el sacrificio de Cristo que sin destruir el orden natural, lo restaura (ordo restaurationis), por esa misma razón Hugo de San Víctor resumió magistralmente toda la historia del mundo en torno a dos hechos: la obra de la creación (opus conditionis) y la obra de la restauración (opus restaurationis), por la primera fueron hechas por Dios todas las cosas y por la segunda, Cristo restablece todo lo que había caído por el pecado. No era posible narrar la redención del hombre sin narrar su caída, no era posible narrar su caída sin narrar su creación.
 
Hugo de San Víctor empleaba una hermosa metáfora: la del Arca de Noé: "De arca Noe mystica" y "De arca Noe morali". Con el Arca de Noé nos recuerda el maestro sajón que el alma flota sobre el océano del mundo, a la intemperie de la injusticia, tal y como el arca de Noé a merced de las aguas del diluvio. La Iglesia es a manera del arca de Noé, en el interior de la Santa Iglesia permaneceremos a salvo de la destrucción, hasta que se aplaque la tempestad y podamos salir a la paz eterna, allí donde todo será felicidad: la gloria de los bienaventurados. 
 
Todo el ciclo litúrgico sirve para recordarnos la verdad que no hemos de olvidar ni un solo día del año, pero la Hebdomada Sacrae celebra esta restauración de nuestra naturaleza caída, en los siete días de pasión y muerte del Hijo de Dios, hasta la resurrección y posterior ascensión de Cristo Rey y Señor Nuestro.

viernes, 13 de marzo de 2015

SECRETUM ITER

 
 
 
 
LA ESCONDIDA SENDA
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
San Pablo, en su I Epístola a los Corintios 2, 6, nos declara que, a diferencia del mundo, los cristianos perfectos están en posesión de una sabiduría muy distinta de la de los demás, pues la de los cristícolas perfectos es sabiduría "divina", "misteriosa", "escondida":
 
"Sapientiam autem loquimur inter perfectos, sapientiam vero non huius saeculi neque principum huius saeculi, qui destruuntur; sed loquimur Dei sapientiam in mysterio, quae abscondita est, quam praedestinavit Deus ante saecula in gloriam nostram, quam nemo principum huius saeculi cognovit".
 
"Hablamos, sin embargo, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este siglo, ni de los principios de este siglo, abocados a la destrucción; sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria".
 
Como en otros muchos pasajes neotestamentarios (no solo paulinos) aquí sentimos que el Espíritu Santo, a través del Apóstol, nos habla del éxito, de la dichosa conquista de un estado final (el de la perfección); se nos habla del resultado y se entiende implícitamente que para que se haya alcanzado tal logro ha tenido que recorrerse un camino que, bien considerado, es el que ha de recorrer todo cristiano para llegar a la "perfección". Nuestro San Juan de la Cruz expuso magistralmente el itinerario de esta vía arcana y el místico de Yepes nos marca los tres grados del que se inicia en estos misterios crísticos:
 
-El incipiente: vía purgativa.
 
-El proficiente: vía iluminativa.
 
-El perfecto: vía unitiva.
 
La sabiduría de la que nos habla San Pablo, de la que nos hablan todos los perfectos que en nuestra Santa Religión han sido y son, no es una "sabiduría humana", pues -amén de ser divina- requiere algo más que un conocimiento meramente teórico, se exige un probar (hacer experiencia) para saber (no sólo conocer, sino gustar experiencialmente: "toda ciencia trascendiendo").
 
Es la misma "escondida senda" de fray Luis de León que, aunque algunos comentaristas la conectan con el "secretum iter" horaciano, salta a la vista que trasciende el canto de la vida retirada (por desdén de lo mundano y amor de una miserable "felicidad epicúrea"), para internarnos por la "arta via" de la que nos habla Dios en el Evangelio de Mateo (7, 13):
 
"Intrate per angustam portam, quia lata porta et spatiosa via est, quae ducit ad perditionem, et multi sunt qui intrant per eam. Quam angusta porta et arta via est, quae ducit ad vitam, et pauci sunt qui inveniunt eam!".
 
"Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!".
 
La "senda escondida" es la misma para todos, pero cada uno tiene la suya propia. En el siglo XVI y XVII muchos de nuestros antepasados fueron los que la recorrieron, en la convicción que expresaba el capitán Aldana:
 
"Es bien verdad que a tan sublime cumbre
suele impedir el venturoso vuelo
del cuerpo la terrena pesadumbre.
 
Pero, con todo, llega al bajo suelo
la escala de Jacob, por do podemos
al alcázar subir del alto cielo".
 
("Carta para Arias Montano sobre la contemplación de Dios y los requisitos della", Francisco de Aldana*)
 
Y todo lo más sublime de nuestra arquitectura, pintura, escultura y poesía de aquella Edad de Oro nos habla de ello. Mientras estamos vivos, la "angusta porta" es estrecha, pero está abierta para que la atravesemos; el "secretum iter" está escondido, pero siempre practicable.
 
Mucho se habla de la crisis del cristianismo en la sociedad occidental (que es cualquier cosa menos una sociedad): los cambios que han afectado a la Iglesia en su seno parecen ser irreversibles; la revolución que se ha operado dentro, trastornando la tradición santa, para darle a todo un aire más contemporizador; el jactancioso desprecio de la tradición; la sociologización del fenómeno religioso; la reducción de la Iglesia al marco de lo natural... Todo eso es lamentable y nos consterna.
 
Y su solución solo es una: el estudio de la enseñanza (divina, misteriosa y escondida) de nuestros "perfectos" y atrevernos a franquear la "angusta porta" para recorrer el "secretum iter". Pues los "perfectos" nos muestran, como Verónica, el Santo Rostro de Jesucristo.
 
 
 
 
*La "Carta para Arias Montano..." de Francisco de Aldana es un bellísimo compendio que conjuga testimonio personal, conversión y propósito de vida retirada para entrar por la puerta angosta. Sin embargo, Aldana no pudo cumplir aquel propósito, pues cayó luchando junto con D. Sebastián de Portugal en la Batalla de Alcazarquivir: otra puerta estrecha que, no lo dudamos, le llevaría al cielo.

martes, 10 de marzo de 2015

DE LOS SIETE SANTOS ÁNGELES


UNA TRADICIÓN PERSISTENTE
"Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tiene entrada ante la majestad del Santo."
(Libro de Tobías)



Manuel Fernández Espinosa



Leemos en el libro de Tobías que siete son los ángeles (en el Apocalipsis se habla de "los siete espíritus") que tienen acceso a Dios. De los siete, la Iglesia Católica admite como nombres canónicos a tres: Miguel (que del hebreo puede traducirse como: "¿Quién como Dios?), Gabriel (hebreo: "Fortaleza de Dios") y Rafael (hebreo: "Medicina de Dios"). En el judaísmo y en otras tradiciones cristianas (como la copta) se ofrecen más nombres angélicos, pero el Papa San Zacarías, en el Concilio Romano del año 745, redujo el nombre propio a los tres ángeles que se mencionan en los libros canónicos de la Sagrada Escritura y la Tradición, diciendo: "Nosotros, por lo que nos ha enseñado nuestro santo Apostolado, y la divina tradición, no reconocemos otros nombres de Ángeles, sino los tres de Miguel, Gabriel, y Rafael". De este modo, San Zacarías Papa condenaba las desviaciones y abusos de un tal Adalberto, hereje y mago, que -además de vender prendas personales como reliquias, había adoptado ciertas costumbres judaicas relacionadas con la invocación -más que probablemente cabalística- a ciertos ángeles a los que llamaba con los siguientes nombres de: Ragüel, Jubuel, Adimis, Jubuas, Sabaoth y Simihel. Todo hace suponer que Adalberto se entregaba a la invocación de ángeles (como esa perniciosa moda de la New Age que podría llamarse "angelomanía") y que tan sospechosa resulta cuando no se sabe a ciencia cierta las entidades a las que se invoca. Sin embargo, en la tradición de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana y también en la Iglesia ortodoxa rusa, se transmitieron en un tiempo anterior al Papa Zacarías los nombres de estos siete santos ángeles que menciona San Rafael y que eran, en la tradición católica: Miguel, Gabriel, Rafael, Barachiel, Jehudiel, Uriel y Sealtiel; y en la iglesia ortodoxa rusa: Miguel, Gabriel, Rafael, Varaquiel, Yegudiel, Uriel y Salatiel. Aunque la transliteración varía en algunos casos de una lista a la otra, podemos decir que la tradición cristiana ha conservado el nombre de estos siete santos ángeles.
 
 
En el Breviario hispano-visigodo, en las vísperas de la Festividad de San Miguel Arcángel, nuestros antepasados salmodiaban:
 
 
"Tu perénnis Dei summi
Vultum, pedésque tegis:
Invicem tribúsque illis
Innuens adspéctibus
Uriéli, Gabriéli,
Raphaéli socius".
 
 
"Tú [San Miguel] perennemente cubres
el Rostro y los pies del sumo Dios,
saludándolo alternando en unión
de los ángeles Uriel, Gabriel y Rafael".
 
 
Leonardo da Vinci (1452-1519) se sirvió de ciertas tradiciones, conservadas por la iglesia copta, para pintar a San Uriel acompañando al Niño Jesús, a la Virgen María y a San Juan Bautista, en el óleo de la Virgen de las Rocas. Es venerable tradición que San Juan Bautista fue puesto a salvo de la masacre herodiana por Uriel, que lo condujo a Egipto.
 
 
Cornelio a Lapide S. J. (1567-1637) comenta que en Sicilia, Nápoles, Venecia, Roma y otras ciudades italianas se conservaba la veneración a los Siete Santos Ángeles, estando el más importante templo consagrado a ellos en Palermo, habiéndose hallado en 1516 sus antiguas imágenes.
 
 
En España pervivió el culto a los Siete Ángeles, incluso muchos siglos después del feliz tiempo de los godos y atravesando los siglos tenebrosos de ocupación mahometana. Así, el P. Juan Interián de Ayala (1656-1730)*, polígrafo formado en las Universidades de Alcalá y Salamanca, de ésta última fue catedrático de griego y hebreo, entre otros cargos, dejó testimonio: "en un Templo de Alcalá de Henares, vi pintados por un excelente Pintor a dichos siete Ángeles con sus nombres, y señales: cuya Pintura examiné con mucha atención [...] y no pongo la menor duda en que subsiste todavía en Alcalá dicha Pintura" ("El pintor christiano, y erudito, ó Tratado de los errores que suelen cometerse freqüentemente en pintar, y esculpir las Imágenes Sagradas")
 
 
Añadamos también que, para un estudio rigoroso sobre esta cuestión, sería muy oportuno servirse del erudito libro del jesuita toledano P. Juan Luis de la Cerda (1558-1643) que, amén de ser uno de los humanistas más sólidos de su época, maestro de D. Pedro Calderón de la Barca y pulquérrimo comentador de Virgilio, escribió el "De excellentia sacrorum spiritum" (París, 1631); pero aunque consta la existencia de este libro, es harto difícil acceder a él.
 
 
En cuanto a los atributos tradicionales con los que fueron figurados estos Siete Santos Ángeles nos ha llegado la iconografía que se plasmaba en sus imágenes del templo palermitano más arriba citado. A San Miguel se representó allí bajo la iconografía tradicional en la que el Arcángel pisa a Lucifer (no olvidemos que también existe otra, no por menos frecuente, tan canónica: aquella en que se representa al Arcángel San Miguel con la balanza, pesando las almas en su función psicopómpica). A San Gabriel se representó en Palermo portando con la diestra una antorcha encendida en una linterna y en la izquierda llevando un espejo de mármol encarnado (iconografía bastante insólita, si la comparamos a la tradicional que en las Anunciaciones ha prevalecido; esto es, San Gabriel con un lirio que es símbolo de la pureza). San Rafael sostiene un vaso en una mano, y guía con la otra a Tobías, también se incluye el pez (todo ello se halla mencionado en el Libro de Tobías). Uriel (en hebreo: Fuego de Dios) empuña en su iconografía más antigua una espada desenvainada sobre una alfombra de fuego que flamea. A Barachiel (en hebreo: Bendición de Dios) se le pintó llevando un vaso lleno de rosas. A Jehudiel (en hebreo: Confesión de Dios) se le representaba ostentando en una mano una corona de oro y en la otra un azote. Y, por último, a Sealtiel (Oración de Dios) se le hallaba pintado en actitud orante, con los ojos modestamente bajos y la manos juntas sobre el pecho.
 
 
La iconografía católica de los Siete Santos Ángeles, tomada de los testimonios que se dan de las figuras representadas en la iglesia de Palermo, varía poco si la comparamos con la que ofrece la iconografía tradicional de la iglesia ortodoxa rusa. Entre los rusos, a San Miguel se le representa con una espada de fuego (que en la iglesia latina lleva Uriel); a Uriel se le representa con el rayo; a Rafael se le pinta con un vaso de alabastro lleno de ungüento; a Gabriel con la azucena; a Salatiel con un rosario (en muestra de actitud orante); a Yegudiel con una corona y a Varaquiel con flores en un jarrón blanco. (Para la iconografía de los Siete Santos Ángeles puede recomendarse ciertos comentarios del polígrafo ruso, martirizado por el marxismo soviético, Pável Florenski (1882-1937), algunos incluidos en "La columna y el fundamento de la verdad".)
 
 
No obstante, la actitud que prevaleció es la que expresa el jesuita Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658) en su "Manual de Señores y Príncipes, en que se propone con su pureza y rigor la especulación y ejecución política, económica y particular de todas las virtudes" (Madrid, 1629), mostrando una estricta circunspección en cuanto al culto a los ángeles, para evitar desviaciones: "Los demás nombres de Ángeles, que vulgarmente en algunas devociones andan, no se han de tener por muy seguros [...] Sin nombarlos con nombres sospechosos, se puede honrar otros Ángeles [además de honrar a San Miguel, San Gabriel y San Rafael], y tener con ellos devoción, en especial con los que tienen a cargo la Provincia donde se está, o de donde es uno; y singularmente al Ángel de su Guarda".
 
 
Sin embargo, nos parece que es una cuestión más que curiosa para ahondar en los Sagrados Misterios de nuesta Santa Religión, a veces tan postergados y olvidados por los fieles.
 
 
NOTA:
 
 
*Algunas biografías (escuetas) sobre este sabio sostienen que Juan Interián de Ayala fue miembro de la Orden de los Jerónimos y nacido en Madrid, pero documentos más antiguos nos indican que profesó en la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de las Mercedes y Redención de Cautivos (o sea, mercedario) y era, según consta en los libros de la Orden, natural de Canarias.

sábado, 7 de marzo de 2015

LA SEÑORA ELECTA

Foto de Manolo Fernández.
San Juan Evangelista
 
DE LA MISTERIOSA "SEÑORA ELECTA" EN LA SEGUNDA EPÍSTOLA DE SAN JUAN
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
En la Segunda Epístola de San Juan, el apóstol se presenta como "el presbítero" (que aquí vale tanto como el "anciano") y saluda a una tal "Señora Elegida" (Kyria eclecté) y, al despedirse, dice "Te saludan los hijos de tu hermana Elegida".
 
En la versión latina, el saludo es: "Senior Electae dominae et natis eius" ("El presbítero, a la señora Electa y a sus hijos") y la despedida reza: "Salutant te filii sororis tuae Electae" (Te saludan los hijos de tu hermana Electa).  
 
Durante mucho tiempo prevaleció una interpretación, diríamos que ingenua, la de Cornelis Cornelissen van den Steen, S. J. (más conocido por el nombre de Cornelio a Lapide, 1567-1637): el buen jesuita creía que San Juan enviaba su carta a una señora particular llamada Electa. Pero, atendiendo a la despedida, el sentido común nos dice: ¿y qué padre pone el mismo nombre a dos de sus hijas que son, la una para la otra, hermanas?
 
Por eso la exégesis posterior ha desechado ver aquí una carta a título personal dirigida a una dama cristiana, inclinándose más bien por la fuerza simbólica que late en este tratamiento del apóstol referido a la destinataria como a los que acompañan a San Juan: "los hijos de tu hermana Electa". La Señora Electa es la Santa Iglesia Católica y Apostólica, concretada en cada una de las iglesias particulares: el mismo San Juan en el Apocalipsis distinguirá algunas de estas iglesias particulares: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
 
Pero, aunque es San Juan el que emplea este nombre simbólico -Señora Electa- para la Iglesia, para entender este nombre, podemos y hemos de referirnos a otros evangelistas y apóstoles, por lo que el título de "Señora Electa", hacemos bien en suponerlo, era bastante común entre los cristianos.
 
¿Cómo no recordar aquel pasaje que se ha llegado a hacer proverbial y que trae San Mateo? "Multi enim sunt vocati, pauci vero electi." (Secundum Matthaeum, 22, 14): "Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos".
 
¿O cómo no recordar la despedida de la Primera Epístola de San Pedro? Cuando el Príncipe de los Apóstoles se despide de sus corresponsales, les/nos dice: "Salutat vos ecclesia, quae est in Babylone coelecta, et Marcus filius meus. Salutate invicem in osculo sancto": "Os saluda la iglesia de Babilonia, partícipe de vuestra elección (co-elegida con vosotros), y  Marcos, mi hijo. Saludaos mutuamente en el ósculo santo". Y haremos bien en entender que esa denominada "iglesia de Babilonia" no estaba instalada en el emplazamiento geográfico de Babilonia, sino que con ese nombre se refiere a la iglesia en la que él mismo tiene su sede: Roma, entendida como una Babilonia de destierro y pecado. 
 
Tampoco podemos olvidar a San Pablo, cuando dice en su Epístola a los Romanos: "Sic ergo et in hoc tempore reliquiae secundum electionem gratiae salvae factae sunto. Si autem gratia, iam non ex operibus: alioquin gratia iam non ex operibus: alioquin gratia iam non est gratia. Quid ergo? quod quaerebat Israhel, hoc non est consecutus; electio autem consecuta est, ceteri vero excaecati sunt, sicut scriptum est: Dedit illis Deus spiritum compunctionis, oculos ut non videant, et aures ut non audiant, usque in hodiernum diem." (Ad Romanos 11, 5ss): "Pues así también en el presente tiempo ha quedado un resto en virtud de una elección graciosa. pero si por gracia, ya no no es por las obras, que entonces la gracia ya no sería gracia. ¿Qué, pues? Que Israel no logró lo que buscaba, pero los elegidos lo lograron. Cuanto a los demás, se han encallecido, según está escrito: "Dioles Dios un espíritu de aturdimiento, ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy".
 
Por un lado, tendríamos que entender que, en medio de los judíos (que han sido llamados, pero no han respondido) y entre los gentiles (con los cuales se estaba laborando apostólicamente para traerlos a Cristo), esa mínima porción de cristianos, rodeados por la hostilidad de los hijos de las tinieblas, se sabían hijos de Dios merced a su gestación en el seno de la Madre, de la "Señora Electa" -la Santa Madre Iglesia- que los había dado a luz, tras la iniciación en los misterios, en los Sacramentos.
 
Es bello pensar también que el Apóstol que empleó la expresión "Señora Electa" era el mismo que, en su Evangelio, nos cuenta:
 
"Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la madre: Mujer, he aquí a tu hijo; Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa" (Juan 19, 25).
 
Con lo que tenemos que María Santísima es la "Señora Electa", pues Ella es la Mater Ecclesia por antonomasia. Ella es la madre que nutría, nutre y nutrirá hasta el fin de los tiempos a los hijos de Dios, a los cristianos, que si lo son, lo son por haberse gestado en su místico molde. Y así ha de ser por los siglos de los siglos: y el cristiano que no se geste en el místico e inmaculado seno de María tendrá el título de "cristiano", pero será un cristiano a medio gestar o un cristiano incompleto.
 
El amor y la veneración suprema a la Santísima Virgen María es señal indeleble de elección divina.




NOTA: Para la traducción de los textos al castellano, empleo siempre la Sagrada Biblia en versión de Nácar-Colunga.

miércoles, 4 de marzo de 2015

EL "REX BELLATOR" LULIANO

 

 
CONTEMPLACIÓN E INTERVENCIÓN
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Figura legendaria donde las haya, el mallorquín Raimundo Lulio (aproximadamente 1232-29 de julio de 1315) destacó como místico, filósofo, teólogo, poeta y misionero. Se le atribuyen más de doscientas obras, por lo que su obra es de tal magnitud que, como afirma el especialista en filosofía medieval Étienne Gilson "pocas personas pueden jactarse de haberlas leído todas". Las publicaciones actuales de sus libros son muy pocas y difíciles de hallar -ni siquiera en su tierra natal ni en su lengua vernácula encontraríamos las obras completas de Lulio: se ve que las consejerías de cultura están ocupadísimas en otras cosas. Se trata de un polígrafo muy preocupado por transformar la realidad que le circundaba, por intervenir -en el sentido dorsiano- en el presente; de ahí que, sería el primero de los medievales en cambiar el latín por su lengua vernácula como vehículo de expresión, para llegar a un público más amplio, de ahí su labor misionera y sus proyectos de cruzada. Según Gilson, uno de los pocos que podemos creer que leyó todo lo producido por el Doctor Iluminado: "La leyenda de un Raimundo Lulio alquimista y un poco mago no recibe confirmación alguna cuando se examina su vida y se estudian sus obras". Es más, Felipe II impulsó el estudio de Lulio y el proceso de beatificación, reconociéndosele el título de Bienaventurado en la segunda mitad del siglo XX. Existe la piadosa tradición de que fue terciario franciscano, el hecho es que se mostró muy vinculado al franciscanismo.
 
Como suele ocurrir, este genio hispano captó el interés de los extranjeros con más fuerza que el de sus propios compatriotas: así Leibniz, Newton y tantos otros se muestran como continuadores de algunas propuestas y esbozos científicos del mallorquín.
 
Una de sus propuestas más beligerantes fue la que hizo, tras la conmoción de la caída de San Juan de Acre, presentando en "Quomodo Terra Sancta recuperari potest" (1292) un proyecto ambicioso de recuperación de Tierra Santa. En un segundo momento (1305), con el "Liber de Fine", Lulio planteará la unificación de todas las Órdenes religioso-militares bajo el mando único de un Rex Bellator y reconquistar Tierra Santa, con los almogávares como vanguardia. En 1309, tras la supresión de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, propuso que los franceses y los hospitalarios entraran por el norte, desde Constantinopla, y Jaime II de Aragón, con las órdenes militares hispánicas, avanzara por la costa africana hasta converger en Tierra Santa.
 
El proyecto de Lulio no cuajó, pero estaba estudiado detenidamente. Lulio contaba también que con su "Arte Magna". El "Ars Magna" era una suerte de artefacto lógico (podemos decir que un antecedente primitivo de los computadores) inventado por Lulio y con el que creía poder convencer racionalmente a cualquier discrepante. Por ello trató de formar escuelas de misioneros que, versados en la lengua árabe, pudieran polemizar y evangelizar almas en tierras mahometanas. Él expuso su vida, para dar ejemplo y en Túnez fue lapidado por mahometanos, tras predicarles el Evangelio.
 
Nadie mejor que él puede resumir su vida:
 
"Fui casado, padre de familia en buena posición económica, lascivo y mundano. He renunciado de buen grado a todo esto con el propósito de poder honrar a Dios, servir al bien común y exaltar nuestra Santa Fe. He aprendido el árabe; he viajado muchas veces para predicar a los sarracenos. Detenido, encarcelado y azotado por la fe; he trabajado durante cinco años para conmover a los jerarcas de la Iglesia y a los príncipes cristianos en favor del bien común. Ahora soy viejo, ahora soy pobre; pero no he cambiado de propósito y permaneceré  en el mismo, si el Señor me lo concede, hasta la muerte".
 
El lulismo es una tradición hispánica que, como todas las nuestras, está esperando a ser redescubierta para que revitalice a nuestras gentes, intoxicadas con las ponzoñas extranjeras.