martes, 10 de marzo de 2015

DE LOS SIETE SANTOS ÁNGELES


UNA TRADICIÓN PERSISTENTE
"Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tiene entrada ante la majestad del Santo."
(Libro de Tobías)



Manuel Fernández Espinosa



Leemos en el libro de Tobías que siete son los ángeles (en el Apocalipsis se habla de "los siete espíritus") que tienen acceso a Dios. De los siete, la Iglesia Católica admite como nombres canónicos a tres: Miguel (que del hebreo puede traducirse como: "¿Quién como Dios?), Gabriel (hebreo: "Fortaleza de Dios") y Rafael (hebreo: "Medicina de Dios"). En el judaísmo y en otras tradiciones cristianas (como la copta) se ofrecen más nombres angélicos, pero el Papa San Zacarías, en el Concilio Romano del año 745, redujo el nombre propio a los tres ángeles que se mencionan en los libros canónicos de la Sagrada Escritura y la Tradición, diciendo: "Nosotros, por lo que nos ha enseñado nuestro santo Apostolado, y la divina tradición, no reconocemos otros nombres de Ángeles, sino los tres de Miguel, Gabriel, y Rafael". De este modo, San Zacarías Papa condenaba las desviaciones y abusos de un tal Adalberto, hereje y mago, que -además de vender prendas personales como reliquias, había adoptado ciertas costumbres judaicas relacionadas con la invocación -más que probablemente cabalística- a ciertos ángeles a los que llamaba con los siguientes nombres de: Ragüel, Jubuel, Adimis, Jubuas, Sabaoth y Simihel. Todo hace suponer que Adalberto se entregaba a la invocación de ángeles (como esa perniciosa moda de la New Age que podría llamarse "angelomanía") y que tan sospechosa resulta cuando no se sabe a ciencia cierta las entidades a las que se invoca. Sin embargo, en la tradición de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana y también en la Iglesia ortodoxa rusa, se transmitieron en un tiempo anterior al Papa Zacarías los nombres de estos siete santos ángeles que menciona San Rafael y que eran, en la tradición católica: Miguel, Gabriel, Rafael, Barachiel, Jehudiel, Uriel y Sealtiel; y en la iglesia ortodoxa rusa: Miguel, Gabriel, Rafael, Varaquiel, Yegudiel, Uriel y Salatiel. Aunque la transliteración varía en algunos casos de una lista a la otra, podemos decir que la tradición cristiana ha conservado el nombre de estos siete santos ángeles.
 
 
En el Breviario hispano-visigodo, en las vísperas de la Festividad de San Miguel Arcángel, nuestros antepasados salmodiaban:
 
 
"Tu perénnis Dei summi
Vultum, pedésque tegis:
Invicem tribúsque illis
Innuens adspéctibus
Uriéli, Gabriéli,
Raphaéli socius".
 
 
"Tú [San Miguel] perennemente cubres
el Rostro y los pies del sumo Dios,
saludándolo alternando en unión
de los ángeles Uriel, Gabriel y Rafael".
 
 
Leonardo da Vinci (1452-1519) se sirvió de ciertas tradiciones, conservadas por la iglesia copta, para pintar a San Uriel acompañando al Niño Jesús, a la Virgen María y a San Juan Bautista, en el óleo de la Virgen de las Rocas. Es venerable tradición que San Juan Bautista fue puesto a salvo de la masacre herodiana por Uriel, que lo condujo a Egipto.
 
 
Cornelio a Lapide S. J. (1567-1637) comenta que en Sicilia, Nápoles, Venecia, Roma y otras ciudades italianas se conservaba la veneración a los Siete Santos Ángeles, estando el más importante templo consagrado a ellos en Palermo, habiéndose hallado en 1516 sus antiguas imágenes.
 
 
En España pervivió el culto a los Siete Ángeles, incluso muchos siglos después del feliz tiempo de los godos y atravesando los siglos tenebrosos de ocupación mahometana. Así, el P. Juan Interián de Ayala (1656-1730)*, polígrafo formado en las Universidades de Alcalá y Salamanca, de ésta última fue catedrático de griego y hebreo, entre otros cargos, dejó testimonio: "en un Templo de Alcalá de Henares, vi pintados por un excelente Pintor a dichos siete Ángeles con sus nombres, y señales: cuya Pintura examiné con mucha atención [...] y no pongo la menor duda en que subsiste todavía en Alcalá dicha Pintura" ("El pintor christiano, y erudito, ó Tratado de los errores que suelen cometerse freqüentemente en pintar, y esculpir las Imágenes Sagradas")
 
 
Añadamos también que, para un estudio rigoroso sobre esta cuestión, sería muy oportuno servirse del erudito libro del jesuita toledano P. Juan Luis de la Cerda (1558-1643) que, amén de ser uno de los humanistas más sólidos de su época, maestro de D. Pedro Calderón de la Barca y pulquérrimo comentador de Virgilio, escribió el "De excellentia sacrorum spiritum" (París, 1631); pero aunque consta la existencia de este libro, es harto difícil acceder a él.
 
 
En cuanto a los atributos tradicionales con los que fueron figurados estos Siete Santos Ángeles nos ha llegado la iconografía que se plasmaba en sus imágenes del templo palermitano más arriba citado. A San Miguel se representó allí bajo la iconografía tradicional en la que el Arcángel pisa a Lucifer (no olvidemos que también existe otra, no por menos frecuente, tan canónica: aquella en que se representa al Arcángel San Miguel con la balanza, pesando las almas en su función psicopómpica). A San Gabriel se representó en Palermo portando con la diestra una antorcha encendida en una linterna y en la izquierda llevando un espejo de mármol encarnado (iconografía bastante insólita, si la comparamos a la tradicional que en las Anunciaciones ha prevalecido; esto es, San Gabriel con un lirio que es símbolo de la pureza). San Rafael sostiene un vaso en una mano, y guía con la otra a Tobías, también se incluye el pez (todo ello se halla mencionado en el Libro de Tobías). Uriel (en hebreo: Fuego de Dios) empuña en su iconografía más antigua una espada desenvainada sobre una alfombra de fuego que flamea. A Barachiel (en hebreo: Bendición de Dios) se le pintó llevando un vaso lleno de rosas. A Jehudiel (en hebreo: Confesión de Dios) se le representaba ostentando en una mano una corona de oro y en la otra un azote. Y, por último, a Sealtiel (Oración de Dios) se le hallaba pintado en actitud orante, con los ojos modestamente bajos y la manos juntas sobre el pecho.
 
 
La iconografía católica de los Siete Santos Ángeles, tomada de los testimonios que se dan de las figuras representadas en la iglesia de Palermo, varía poco si la comparamos con la que ofrece la iconografía tradicional de la iglesia ortodoxa rusa. Entre los rusos, a San Miguel se le representa con una espada de fuego (que en la iglesia latina lleva Uriel); a Uriel se le representa con el rayo; a Rafael se le pinta con un vaso de alabastro lleno de ungüento; a Gabriel con la azucena; a Salatiel con un rosario (en muestra de actitud orante); a Yegudiel con una corona y a Varaquiel con flores en un jarrón blanco. (Para la iconografía de los Siete Santos Ángeles puede recomendarse ciertos comentarios del polígrafo ruso, martirizado por el marxismo soviético, Pável Florenski (1882-1937), algunos incluidos en "La columna y el fundamento de la verdad".)
 
 
No obstante, la actitud que prevaleció es la que expresa el jesuita Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658) en su "Manual de Señores y Príncipes, en que se propone con su pureza y rigor la especulación y ejecución política, económica y particular de todas las virtudes" (Madrid, 1629), mostrando una estricta circunspección en cuanto al culto a los ángeles, para evitar desviaciones: "Los demás nombres de Ángeles, que vulgarmente en algunas devociones andan, no se han de tener por muy seguros [...] Sin nombarlos con nombres sospechosos, se puede honrar otros Ángeles [además de honrar a San Miguel, San Gabriel y San Rafael], y tener con ellos devoción, en especial con los que tienen a cargo la Provincia donde se está, o de donde es uno; y singularmente al Ángel de su Guarda".
 
 
Sin embargo, nos parece que es una cuestión más que curiosa para ahondar en los Sagrados Misterios de nuesta Santa Religión, a veces tan postergados y olvidados por los fieles.
 
 
NOTA:
 
 
*Algunas biografías (escuetas) sobre este sabio sostienen que Juan Interián de Ayala fue miembro de la Orden de los Jerónimos y nacido en Madrid, pero documentos más antiguos nos indican que profesó en la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de las Mercedes y Redención de Cautivos (o sea, mercedario) y era, según consta en los libros de la Orden, natural de Canarias.

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