martes, 24 de marzo de 2015

HEBDOMADA SACRAE: HEBDOMADA RESTAURATIONIS





PARA LA MEDITACIÓN DE LA SEMANA SANTA

 
Manuel Fernández Espinosa


A unos días de comenzar la Semana Santa (Hebdomada Sacrae) considero oportuno ofrecer un aproche al profundo simbolismo subyacente a este tiempo litúrgico.
 
La semana en sus siete días es un septenario (Hebdómada) que se forma con la suma del cuaternario y el ternario, donde el 4 es el número de la tierra y el 3 el del cielo; de lo que se deduce que el 7 es la suma del cielo y la tierra: esta función también actúa en otros grandes órdenes, como el de las virtudes: las tres teologales y las cuatro cardinales; incluso en el sistema de estudios medieval esta relación del ternario y el cuaternario se muestra en el Trivium y el Quadrivium. Los siete días de la semana se relacionan con las siete direcciones del espacio: dos para cada una de las tres dimensiones más el centro que viene a ser el día del descanso (en la cultura judía, el sabbath; el domingo para los cristianos) y cada día ha conservado subrepticiamente el nombre de planetas, incluyendo la luna y el sol: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. El siete es considerado como un ciclo completo, estrechamente vinculado a los trabajos y las tribulaciones que son pruebas.
 
Nuestro maestro Clemente Alejandrino establecía que la contemplación requería una doble preparación: una purificación moral, mediante la práctica de las virtudes. Después de los seis días se llegaba al descanso -hebdómada- y, por ascenso de los siete cielos, el siete se transformaba en ocho: la ogdóada que es símbolo de la regeneración, por ser superación del ciclo terreno (la semana) y forma central del cuaternario y el círculo (orden de la eternidad): de ahí que las pilas bautismales sean tradicionalmente o circulares u octogonales. Para Clemente de Alejandría el entrenamiento moral había que completarlo con una purificación intelectual, consistente en el bautismo (baño purificador e iluminación) y, una vez iniciado en los misterios menores, el cristiano accede a los grandes misterios, donde puede contemplar a Cristo (el Logos): "Los que no se quedan en la hebdómada del reposo, sino que se asimilan a Dios por las buenas obras, se elevan hasta la herencia de una bienhechora ogdóada" -dice Clemente Alejandrino.
 
Esta tradición fue continuada por eminentes místicos de la Escuela de Chartres, como Teodorico de Chartres que, prescindiendo del simbolismo, pretendió en su tratado "De septem diebus et de sex operum distinctionibus" interpretar la creación genesíaca aplicando los conceptos de la física platónica según Calcidio. El primer día, Dios crea la materia (los cuatro elementos), el segundo crea el firmamento y así hasta el séptimo día en que descansa. La creación del mundo, en la síntesis platónico-aristotélica de Teodorico de Chartres, se comprendía por el concurso de cuatro causas: Dios Padre, como causa formal, los cuatro elementos como causa material, Dios Hijo como causa eficiente y el Espíritu Santo como causa final.
 
La Semana Santa presenta así un ciclo completo que recuerda los siete días de la creación del mundo. Pero la fractura que el pecado ocasionó en el "ordo creationis" es reparada perfectísimamente por el sacrificio de Cristo que sin destruir el orden natural, lo restaura (ordo restaurationis), por esa misma razón Hugo de San Víctor resumió magistralmente toda la historia del mundo en torno a dos hechos: la obra de la creación (opus conditionis) y la obra de la restauración (opus restaurationis), por la primera fueron hechas por Dios todas las cosas y por la segunda, Cristo restablece todo lo que había caído por el pecado. No era posible narrar la redención del hombre sin narrar su caída, no era posible narrar su caída sin narrar su creación.
 
Hugo de San Víctor empleaba una hermosa metáfora: la del Arca de Noé: "De arca Noe mystica" y "De arca Noe morali". Con el Arca de Noé nos recuerda el maestro sajón que el alma flota sobre el océano del mundo, a la intemperie de la injusticia, tal y como el arca de Noé a merced de las aguas del diluvio. La Iglesia es a manera del arca de Noé, en el interior de la Santa Iglesia permaneceremos a salvo de la destrucción, hasta que se aplaque la tempestad y podamos salir a la paz eterna, allí donde todo será felicidad: la gloria de los bienaventurados. 
 
Todo el ciclo litúrgico sirve para recordarnos la verdad que no hemos de olvidar ni un solo día del año, pero la Hebdomada Sacrae celebra esta restauración de nuestra naturaleza caída, en los siete días de pasión y muerte del Hijo de Dios, hasta la resurrección y posterior ascensión de Cristo Rey y Señor Nuestro.

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