viernes, 13 de marzo de 2015

SECRETUM ITER

 
 
 
 
LA ESCONDIDA SENDA
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
San Pablo, en su I Epístola a los Corintios 2, 6, nos declara que, a diferencia del mundo, los cristianos perfectos están en posesión de una sabiduría muy distinta de la de los demás, pues la de los cristícolas perfectos es sabiduría "divina", "misteriosa", "escondida":
 
"Sapientiam autem loquimur inter perfectos, sapientiam vero non huius saeculi neque principum huius saeculi, qui destruuntur; sed loquimur Dei sapientiam in mysterio, quae abscondita est, quam praedestinavit Deus ante saecula in gloriam nostram, quam nemo principum huius saeculi cognovit".
 
"Hablamos, sin embargo, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este siglo, ni de los principios de este siglo, abocados a la destrucción; sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria".
 
Como en otros muchos pasajes neotestamentarios (no solo paulinos) aquí sentimos que el Espíritu Santo, a través del Apóstol, nos habla del éxito, de la dichosa conquista de un estado final (el de la perfección); se nos habla del resultado y se entiende implícitamente que para que se haya alcanzado tal logro ha tenido que recorrerse un camino que, bien considerado, es el que ha de recorrer todo cristiano para llegar a la "perfección". Nuestro San Juan de la Cruz expuso magistralmente el itinerario de esta vía arcana y el místico de Yepes nos marca los tres grados del que se inicia en estos misterios crísticos:
 
-El incipiente: vía purgativa.
 
-El proficiente: vía iluminativa.
 
-El perfecto: vía unitiva.
 
La sabiduría de la que nos habla San Pablo, de la que nos hablan todos los perfectos que en nuestra Santa Religión han sido y son, no es una "sabiduría humana", pues -amén de ser divina- requiere algo más que un conocimiento meramente teórico, se exige un probar (hacer experiencia) para saber (no sólo conocer, sino gustar experiencialmente: "toda ciencia trascendiendo").
 
Es la misma "escondida senda" de fray Luis de León que, aunque algunos comentaristas la conectan con el "secretum iter" horaciano, salta a la vista que trasciende el canto de la vida retirada (por desdén de lo mundano y amor de una miserable "felicidad epicúrea"), para internarnos por la "arta via" de la que nos habla Dios en el Evangelio de Mateo (7, 13):
 
"Intrate per angustam portam, quia lata porta et spatiosa via est, quae ducit ad perditionem, et multi sunt qui intrant per eam. Quam angusta porta et arta via est, quae ducit ad vitam, et pauci sunt qui inveniunt eam!".
 
"Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!".
 
La "senda escondida" es la misma para todos, pero cada uno tiene la suya propia. En el siglo XVI y XVII muchos de nuestros antepasados fueron los que la recorrieron, en la convicción que expresaba el capitán Aldana:
 
"Es bien verdad que a tan sublime cumbre
suele impedir el venturoso vuelo
del cuerpo la terrena pesadumbre.
 
Pero, con todo, llega al bajo suelo
la escala de Jacob, por do podemos
al alcázar subir del alto cielo".
 
("Carta para Arias Montano sobre la contemplación de Dios y los requisitos della", Francisco de Aldana*)
 
Y todo lo más sublime de nuestra arquitectura, pintura, escultura y poesía de aquella Edad de Oro nos habla de ello. Mientras estamos vivos, la "angusta porta" es estrecha, pero está abierta para que la atravesemos; el "secretum iter" está escondido, pero siempre practicable.
 
Mucho se habla de la crisis del cristianismo en la sociedad occidental (que es cualquier cosa menos una sociedad): los cambios que han afectado a la Iglesia en su seno parecen ser irreversibles; la revolución que se ha operado dentro, trastornando la tradición santa, para darle a todo un aire más contemporizador; el jactancioso desprecio de la tradición; la sociologización del fenómeno religioso; la reducción de la Iglesia al marco de lo natural... Todo eso es lamentable y nos consterna.
 
Y su solución solo es una: el estudio de la enseñanza (divina, misteriosa y escondida) de nuestros "perfectos" y atrevernos a franquear la "angusta porta" para recorrer el "secretum iter". Pues los "perfectos" nos muestran, como Verónica, el Santo Rostro de Jesucristo.
 
 
 
 
*La "Carta para Arias Montano..." de Francisco de Aldana es un bellísimo compendio que conjuga testimonio personal, conversión y propósito de vida retirada para entrar por la puerta angosta. Sin embargo, Aldana no pudo cumplir aquel propósito, pues cayó luchando junto con D. Sebastián de Portugal en la Batalla de Alcazarquivir: otra puerta estrecha que, no lo dudamos, le llevaría al cielo.

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