sábado, 7 de marzo de 2015

LA SEÑORA ELECTA

Foto de Manolo Fernández.
San Juan Evangelista
 
DE LA MISTERIOSA "SEÑORA ELECTA" EN LA SEGUNDA EPÍSTOLA DE SAN JUAN
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
En la Segunda Epístola de San Juan, el apóstol se presenta como "el presbítero" (que aquí vale tanto como el "anciano") y saluda a una tal "Señora Elegida" (Kyria eclecté) y, al despedirse, dice "Te saludan los hijos de tu hermana Elegida".
 
En la versión latina, el saludo es: "Senior Electae dominae et natis eius" ("El presbítero, a la señora Electa y a sus hijos") y la despedida reza: "Salutant te filii sororis tuae Electae" (Te saludan los hijos de tu hermana Electa).  
 
Durante mucho tiempo prevaleció una interpretación, diríamos que ingenua, la de Cornelis Cornelissen van den Steen, S. J. (más conocido por el nombre de Cornelio a Lapide, 1567-1637): el buen jesuita creía que San Juan enviaba su carta a una señora particular llamada Electa. Pero, atendiendo a la despedida, el sentido común nos dice: ¿y qué padre pone el mismo nombre a dos de sus hijas que son, la una para la otra, hermanas?
 
Por eso la exégesis posterior ha desechado ver aquí una carta a título personal dirigida a una dama cristiana, inclinándose más bien por la fuerza simbólica que late en este tratamiento del apóstol referido a la destinataria como a los que acompañan a San Juan: "los hijos de tu hermana Electa". La Señora Electa es la Santa Iglesia Católica y Apostólica, concretada en cada una de las iglesias particulares: el mismo San Juan en el Apocalipsis distinguirá algunas de estas iglesias particulares: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
 
Pero, aunque es San Juan el que emplea este nombre simbólico -Señora Electa- para la Iglesia, para entender este nombre, podemos y hemos de referirnos a otros evangelistas y apóstoles, por lo que el título de "Señora Electa", hacemos bien en suponerlo, era bastante común entre los cristianos.
 
¿Cómo no recordar aquel pasaje que se ha llegado a hacer proverbial y que trae San Mateo? "Multi enim sunt vocati, pauci vero electi." (Secundum Matthaeum, 22, 14): "Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos".
 
¿O cómo no recordar la despedida de la Primera Epístola de San Pedro? Cuando el Príncipe de los Apóstoles se despide de sus corresponsales, les/nos dice: "Salutat vos ecclesia, quae est in Babylone coelecta, et Marcus filius meus. Salutate invicem in osculo sancto": "Os saluda la iglesia de Babilonia, partícipe de vuestra elección (co-elegida con vosotros), y  Marcos, mi hijo. Saludaos mutuamente en el ósculo santo". Y haremos bien en entender que esa denominada "iglesia de Babilonia" no estaba instalada en el emplazamiento geográfico de Babilonia, sino que con ese nombre se refiere a la iglesia en la que él mismo tiene su sede: Roma, entendida como una Babilonia de destierro y pecado. 
 
Tampoco podemos olvidar a San Pablo, cuando dice en su Epístola a los Romanos: "Sic ergo et in hoc tempore reliquiae secundum electionem gratiae salvae factae sunto. Si autem gratia, iam non ex operibus: alioquin gratia iam non ex operibus: alioquin gratia iam non est gratia. Quid ergo? quod quaerebat Israhel, hoc non est consecutus; electio autem consecuta est, ceteri vero excaecati sunt, sicut scriptum est: Dedit illis Deus spiritum compunctionis, oculos ut non videant, et aures ut non audiant, usque in hodiernum diem." (Ad Romanos 11, 5ss): "Pues así también en el presente tiempo ha quedado un resto en virtud de una elección graciosa. pero si por gracia, ya no no es por las obras, que entonces la gracia ya no sería gracia. ¿Qué, pues? Que Israel no logró lo que buscaba, pero los elegidos lo lograron. Cuanto a los demás, se han encallecido, según está escrito: "Dioles Dios un espíritu de aturdimiento, ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy".
 
Por un lado, tendríamos que entender que, en medio de los judíos (que han sido llamados, pero no han respondido) y entre los gentiles (con los cuales se estaba laborando apostólicamente para traerlos a Cristo), esa mínima porción de cristianos, rodeados por la hostilidad de los hijos de las tinieblas, se sabían hijos de Dios merced a su gestación en el seno de la Madre, de la "Señora Electa" -la Santa Madre Iglesia- que los había dado a luz, tras la iniciación en los misterios, en los Sacramentos.
 
Es bello pensar también que el Apóstol que empleó la expresión "Señora Electa" era el mismo que, en su Evangelio, nos cuenta:
 
"Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la madre: Mujer, he aquí a tu hijo; Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa" (Juan 19, 25).
 
Con lo que tenemos que María Santísima es la "Señora Electa", pues Ella es la Mater Ecclesia por antonomasia. Ella es la madre que nutría, nutre y nutrirá hasta el fin de los tiempos a los hijos de Dios, a los cristianos, que si lo son, lo son por haberse gestado en su místico molde. Y así ha de ser por los siglos de los siglos: y el cristiano que no se geste en el místico e inmaculado seno de María tendrá el título de "cristiano", pero será un cristiano a medio gestar o un cristiano incompleto.
 
El amor y la veneración suprema a la Santísima Virgen María es señal indeleble de elección divina.




NOTA: Para la traducción de los textos al castellano, empleo siempre la Sagrada Biblia en versión de Nácar-Colunga.

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