jueves, 16 de junio de 2016

EROS Y SEXO SACRAMENTALES Y EROS Y SEXO EXACRAMENTALES






CUATRO LIBROS PARA EMPEZAR


Manuel Fernández Espinosa


En la encuesta que realizara José María Gironella, publicada bajo el título "100 españoles y Dios" (1969), Gironella le hace una pregunta a Juan Eduardo Cirlot: "¿A qué atribuye usted el hecho de que la Iglesia española se vea periódicamente perseguida por el pueblo de forma cruenta?". La respuesta de Cirlot identifica como causa principal de la persecución a la moral sexual predicada por la Iglesia: "El pueblo (el español sobre todo) -dice Cirlot- sufre sexualmente -y no será el estéril "erotismo" actual el que resuelva su problema y esto hace que muchos juzguen enemigo al sacerdote que aparta a la mujer de una actitud más libre ante el goce y el contacto humano."

Sinceramente no creo que ésta sea la razón principal que explique la persecución periódica que ha sufrido la Iglesia católica en España (hay, sin duda, intereses sectarios, ideológicos, políticos y económicos que considerar, entre muchos otros que pudiéramos elencar), pero sí que creo que lo que apunta Cirlot es, si no la causa principal, sí que uno de los motivos que demagógicamente más se esgrimieron por el anticlericalismo autóctono; recordemos las palabras de Alejandro Lerroux, cuando arengaba a las masas republicanas a: “levantar los velos a las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie" (palabras textuales del tribuno republicano del año 1906). Teniendo en cuenta esto, véase si conviene o no profundizar en un tema que nos ocupa desde hace meses: el Eros y la Religión y, en concreto, el cristianismo y el Eros.

Cuatro libros tenemos a la mano para aproximarnos (o alejarnos, que también) del asunto aquí y ahora de nuestra incumbencia, a saber: "Shiva y Dionisos. La religión de la Naturaleza y del Eros" de Alain Daniélou; la "Metafísica del sexo" de Julius Evola; "Eros y Religión" de Walter Schubart y "Deus caritas est" de Benedicto XVI. Vamos a comentarlos siquiera someramente, ofreciendo la idea que nos hemos hecho tanto de estos libros como de sus autores.

El primero de ellos "Shiva y Dionisos" de Alain Daniélou parte de unos presupuestos tan personales del autor que es conveniente saberlos antes de pronunciarse sobre la veracidad de cuanto nos ofrece. Alain Daniélou, hermano del teólogo y cardenal Jean Daniélou, terminó profesando el shivaísmo (al menos, así se nos presenta). Alain Daniélou, cuya madre era una piadosa católica que le rechazó por su conocida homosexualidad, alimentó un resentimiento personal contra el cristianismo (y, por extensión, contra todo monoteísmo); además de ello, sus quince años en India en compañía de su pareja sentimental (Raymond Burnier que, a la sazón, era un rico heredero de Nestlé)  no parece que sean suficiente aval como para que su libro tenga la garantía de ofrecernos una idea ajustada del shivaísmo según la realidad de esta religión, sino que el "shivaísmo" adquirido de Alain Daniélou pasó por el tamiz de sus particulares preferencias sexuales, poniendo lo que del shivaísmo quiso entender al servicio de la particular apología homosexual de su persona, mientras a la vez adulteraba la realidad religiosa del shivaísmo (para todo ello es interesante el artículo ¿Ha sido desenmascarado Alain Daniélou? de Vicente Merlo) Es por ello que tampoco podemos admitir las conclusiones de Alain Daniélou sobre la relación del cristianismo y el eros: todo lo que escribe está viciado de antemano, puesto que nace de una experiencia particular y traumática que no parece que superara nunca: el rechazo materno; asi que lo que Daniélou pudo decir sobre el sexo/eros en el cristianismo es -en el fondo- el producto de la rabieta de un hijo rechazado que provoca y denigra al catolicismo por entender que el catolicismo es la causa del rechazo que sufrió su autor por parte de su madre y culpa de la homosexualidad del hijo díscolo.

En el caso de Julius Evola nos encontramos ante una obra poco conocida que, eso sí, desmonta las interpretaciones psicoanalíticas que sobre sexo y religión han podido ensayarse, atreviéndose a cimentar lo que, como su título indica, sería toda una "filosofía primera" del sexo. Evola despliega su erudición -y no pocas veces su vigor polemista- en esta obra que debiera ser conocida, considerada y estimada más de lo que en el día lo es. Las fuentes de Evola para elaborar su "Metafísica del sexo" hay que ir a buscarlas al magnífico ensayo de Mircea Eliade "Mefistófeles y el Andrógino o el misterio de la totalidad" (allí encontraremos a Franz Xaver von Baader y a tantos otros que a su vez cita Evola), pero también podríamos decir que muy probablemente Evola hubiera podido leer "Religion und Eros" (1941) de Walter Schubart. Y aunque Evola cita a Eliade, silencia la obra de Schubart. ¿Por qué? Por la misma razón por la que "Metafísica del sexo" hubiera sido rechazada rotundamente por el mismo Walter Schubart, en caso de haber podido leer el libro de Evola: "Metafísica del sexo" estudia el eros (y el sexo) en las más diversas religiones, incluido el cristianismo, pero el interés evoliano no dejó nunca de ser de índole mágica y Schubart, como veremos, rechaza como forma desviada el uso del sexo y del eros con fines magistas. 

Walter Schubart no pudo leer "Metafísica del sexo" dado que el libro de Evola se publicó en 1958 y Schubart, después de haber sido deportado por los soviéticos, fue asesinado en 1942. Con todos sus defectos, el libro de Schubart -"Religion und Eros"- es uno de los que más aprecio nos merece en el abordaje de esta cuestión. La tesis de Schubart nos parece sumamente acertada: el divorcio entre el Eros y la Religión lo encuentra Schubart en el terror masculino ante la mujer; desde que la religión ha estado en manos del hombre se ha tratado de separar Eros y Religión hasta extremos ridículos y traumáticos para las civilizaciones que, de esa forma, han demonizado el sexo o lo han rebajado a la condición de mera reproducción de la especie, como -dijéramos que- un mal menor. Schubart no rechaza la ascesis, pero sí niega que la ascesis que renuncia al sexo sea la única vía de unión mística con Dios: Schubart piensa que el amor humano entre hombre y mujer también es una vía mística y el término "místico" para Schubart se distancia todo lo que debe distanciarse de afán de posesión sexual y poder mágico que en Evola están latentes y patentes. Es así que Schubart distingue en el curso de ésta obra entre dicotomías que le sirven para orquestar su sinfonía intelectual: "politeísmo" y "monoteísmo"; "avidez egoísta" y "amor real"; "magia" y "religión"; "religión natural" y "religión de salvación". En Jesucristo ve Schubart la reconciliación entre Eros y Religión y de Jesucristo parten las mejores contribuciones del cristianismo a la civilización universal: el cristianismo "elevó a la mujer al nivel del hombre y el hombre al nivel de Dios" o "La concepción cristiana del alma humana permitió, por vez primera, profundizar los problemas del erotismo hasta sus resoluciones en el absoluto", sin embargo Schubart reacciona contra las líneas ascéticas marcadas por algunos Padres de la Iglesia en su rigorismo para con las cuestiones eróticas y sexuales que más tarde afloran en el protestantismo sobre todo y en el catolicismo más mojigato. Schubart, como buen discípulo de Nietzsche, terminará apenas excusando que la línea ascética y anti-erótica del cristianismo la imprimirá San Pablo; aunque, como veremos abajo, esto no es hacerle justicia al Apóstol de las Gentes.

En nuestra opinión "Deus caritas est" de Benedicto XVI es un valiente alegato intelectual para defender al cristianismo de las acusaciones que desde, por ejemplo Nietzsche, se han lanzado contra el mismo como envenenador del "eros": "El cristianismo dio de beber veneno a Eros: -éste, ciertamente, no murió, pero degeneró convirtiéndose en vicio" ("Más allá del bien y del mal", IV, 168, F. W. Nietzsche); Benedicto XVI piensa muy acertadamente que "el eros ebrio e indisciplinado no es elevación, "éxtasis" hacia lo divino, sino caída, degradación del hombre", por lo que se requiere "una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia". En definitiva, Benedicto XVI propone que frente a la degradación del eros en mero sexo, el eros se convierta en amor: "ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca".

La encíclica de Benedicto XVI es un gran paso adelante en la reincorporación del eros en la vida religiosa cristiana, pero creo sinceramente que hubiera podido ir más allá todavía, clarificando y poniendo el acento en la vía mística de la unión carnal entre hombre y mujer, consagrada en el Antiguo Testamento y vuelta a consagrar por el mismo Jesucristo en el Nuevo Testamento -y hasta por San Pablo (véase nuestro artículo La sacralidad del sexo). Comprendemos a Benedicto XVI en su encíclica: su principal objetivo era poner a salvo la dignidad del ser humano (en cuerpo y alma) frente a la avalancha de depravación que lo inunda en nuestros días y que lo esclaviza, pero hay que insistir más todavía si cabe en la vía mística del santo sacramento del matrimonio: vía mística que es, vuelvo a repetir, unión carnal, cópula sexual y nada de floristerías romanticonas y etéreas.


Está por desarrollar toda una doctrina sacramental que se reapodere de una vez por todas tanto del Eros como del Sexo también, arrebatándoselo a los modos deformantes de la magia y el pansexualismo inmanentista imperantes; y esto ha de hacerse cabalmente para que Eros y Sexo dejen de ser camino descendente a la desfiguración y degradación satánicas de "la imagen y semejanza de Dios" (que somos el hombre y la mujer) y puedan convertirse en fuerzas de ascensión a la mística unión con Dios.

Pero, claro, para esto hace falta superar muchísimas mojigaterías que nos han llevado a convertir nuestra religión en una serie de convenciones morales o en una simple ideología social. Y para superar todos esos lastres multiseculares hacen falta místicos que sepan discernir entre el eros y el sexo sacramentales (el perfectamente reincorporado a la vida cristiana) y el eros y el sexo exacramentales (el practicado en los rituales mágicos de las distintas sectas, desde el crowleyanismo hasta las formas occidentalizadas del tantrismo sexual, tan divulgadas por la Nueva Era). 

Y no será una filosofía humanista ni personalista, por muy cristiana que ésta sea, la que pueda hacer eso. 


NOTA:

El libro de Walter Schubart "Religion und Eros" lo hemos leído en su edición en portugués, traducción de Luiz Eduardo Brandao, Editora Artenova S. A. en coedición con el Centro do Livro Brasileiro, 1975. No existe, a día de hoy, traducción al castellano. 

Para una breve semblanza de Schubart, recomendamos: "Rusos y españoles: el "éon joánico" y el "hombre mesiánico"" y vuelvo a recordar que los pioneros en rescatar la obra de Walter Schubart para el mundo hispánico fuimos mi amigo Antonio Moreno Ruiz y yo mismo.

2 comentarios:

  1. Me tomo la libertad de recomendar otro libro sobre este particular, lamentablemente muy poco conocido, y en la misma línea de lo que se sostiene en este artículo: "Del Eros al Agape", de Rama Coomaraswamy.

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  2. Será, por lo tanto, el quinto libro a leer. Muchas gracias por la sugerencia, Dr. Ramsés.

    M. F. E.

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