jueves, 8 de octubre de 2015

SOBRE CRISTO EN SU DESUSADO NOMBRE DE "LUCÍFERO"

Lucero del Alba


DILUCIDACIÓN DE UNA CUESTIÓN EQUÍVOCA


Manuel Fernández Espinosa



Es más que probable que, recitando la Letanía Lauretana, al llegar a la alabanza de la Virgen María como "Stella Matutina" algún cristiano haya reparado en lo curioso de ese título que pudiéramos traducir como "estrella de la mañana" o, como se le conoce más popularmente, "lucero del alba". Si consideramos lo que es el Lucero del Alba, éste se corresponde con lo que también es, astronómicamente llamado, "Lucifer/Lucífero" en la tradición latina: "Lux-fero" (el que porta la luz), el que trae a la Aurora, en griego llamado "Fósforo".
 
Así nos lo presenta un astrólogo romano, Marco Manilio (alrededor del siglo I d. C.), en su "Astronómicon", obra cuya composición se fecha alrededor del año 10 d. C., cuando escribe:
 
"Y si la tierra no fuera estable gracias a ese equilibrio de fuerzas, el sol no conduciría su carro desde el poniente, al aparecer las estrellas del cielo, y no volvería nunca al saliente, ni la luna, sumergida en el vacío, regiría su marcha, ni el Lucífero brillaría en las horas de la mañana, después de haber dado luz bajo el nombre de Héspero y de haber recorrido el cielo".
 
Ambos, Héspero y Lucífero, corresponden al planeta Venus. Pero ya en la antigüedad comprobamos que se desdoblaba en el lucero del alba y el lucero de la tarde. Así las cosas atribuir a la Virgen María el título de "Stella Matutina" es como llamarla "Lucero del Alba", en un sentido astronómico "Lucifer". Esto ha dado lugar a interpretaciones que, fundadas en la ignorancia o en la malicia, afirman desde el anticatolicismo de toda laya que el culto de hiperdulía a la Virgen María estaría adulterado por cierto luciferismo, lo cual es además de falso, ridículo. Me propongo explicar lo que ha pasado con este particular, para despejar las sombras que extienden malintencionadamente los enemigos del Catolicismo.
 
La mención a la "Stella Matutina", referida a la Santísima Virgen María, no sólo se hace en la Letanía Lauretana. Si vamos al Apocalipsis de San Juan podemos leer que el Espíritu Santo promete a la Iglesia de Tiatira:
 
"Et qui vicerit et custodierit usque in finem opera mea, dabo illi potestatem super gentes, et reget eas in virga ferrea, et tamquam vas figuli confringentur, sicut et ego accepi a Patre meo, et dabo illi stellam matutinam." (Ap. 2, 28)
 
("Y al que venciere y al que conservare hasta el fin mis obras, yo le daré poder sobre las naciones, y las apacentará con vara de hierro, y serán quebrantados como vasos de barro como yo lo recibí de mi Padre, y le daré la estrella de la mañana.")
 
Y, por si fuese poco esta mención, más adelante, en el mismo Apocalipsis podemos leer:
 
"Ego Iesus misi angelum meum testificari vobis haec in ecclesiis. Ego sum radix et genus David, stella splendida et matutina." (Ap. 22, 16)
 
("Yo, Jesús, envié a un ángel para testificaros estas cosas sobre las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana.")
 
Es el mismo Espíritu Santo el que aquí está hablando, afirmándonos que Jesús es "la estrella brillante de la mañana".
 
Es por ello que en los primeros siglos del cristianismo, antes de producirse el nefasto equívoco que llevaría a titular a Satanás como Lucifer, uno de los nombres que llevaría Cristo era el de Lucifer. Así, en los antiguos himnarios, como el himno de laudes "Lucis largitor splendide" (Dador espléndido de luz), se llama a Cristo: "lucero de la mañana" y en el "Exultet", propio de la liturgia del Sábado Santo, se alababa a Cristo como "ille lucifer, qui nescit occasum" (el lucero de la mañana que no conoce el ocaso). En "Lucis largitor splendide" se cantaba: "Tu verus mundi lucifer,/no is, qui parvi sideris/venturae lucis nuntius/angusto fulget lumine" (Tú eres el verdadero lucero del alba/y no ese otro, que del pequeño astro/de luz que vendrá, sólo es un nuncio,/que brilla con exigua luz.)
 
Y para que no quedara dudas, el teólogo Ticonio Afro (aprox. 330-390), en su "Liber de septem regulis" dice: "Lucifer enim bipertitus est: sicut Dominus dicit in Apocalypsi de se et de suo corpore: "Ego sum radix et genus David, et stella matutina" ("Pues Lucifer es bipartito, como dice el Señor en el Apocalipsis, de sí mismo y de su cuerpo: "Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana".)
 
Por esta acendrada tradición que identificaba a Cristo con el Lucero del Alba, podía escribir nuestro Aurelio Prudencio (año 348-410) en su "Psychomachia":
 
"quaerite luciferum caelesti dogmate pastum,
qui spem multiplicans alat inuitiailis aeui".
 
Cuya traducción fidedigna sería: "Buscad a Lucifer, el alimento del dogma celestial, para que multiplicando vuestra esperanza, la alimente de vida incorruptible". También en el "Cathemerinon liber II", Prudencio vuelve a referirse a Lucifer: "Quodcumque nox mundi dehinc/infecit atris nubibus,/tu, rex, Eoi sideris,/uultu sereno inlumina" ("Todo aquello que la noche mundana más tarde/inundó con sus negras tinieblas,/tú, que eres el rey del lucero del alba,/¡ilumínalo con tu rostro sereno!".) Estas traducciones literales podrían escandalizar y llevar a equívocos a los más mojigatos que, por la tradición que posteriormente se ha consolidado, ha venido a identificar a Lucifer con Satanás. Es por eso que se suele trocar la traducción literal del texto original, prefiriendo buscar perífrasis como la que compuso el Padre José Guillén en su traducción de las obras completas de Prudencio para La BAC, traduciendo: "Buscada la luz sustentada con la doctrina celestial, la cual os robustece, multiplicando la esperanza de la vida perdurable". Es comprensible que se hiciera esto, para evitar la confusión en las almas más mojigatas, pero el texto dice lo que dice y no le falta su razón si vamos a lo que el mismo Cristo dice de sí mismo en el Apocalipsis. Incluso conviene recordar que, con anterioridad a la equivalencia que se haría entre el astro Lucifer y el ángel caído (Satanás), no pocos cristianos se bautizaban con el nombre de Lucifer o Lucífera. Así tenemos a Lucifer de Cagliari (muerto el año 370), obispo de Cagliari (Cerdeña), que fue ortodoxo paladín contra el arrianismo e incluso recibe veneración entre católicos, ortodoxos y anglicanos.

 
La autorizada opinión del P. Franz Joseph Dölger no deja lugar a dudas: "La palabra "lucifer" resulta neutra cuando alude a las luces del cielo y puede aplicarse de igual modo a todos los astros, incluso al Sol, pues que es "portador de la luz" [...] El simbolismo del lenguaje de los cristianos ha identificado al mencionado Lucifer de Is 14, 12 con el diablo. A partir de entonces la palabra ha quedado ya con tanta fuerza asociada al diablo que resulta imposible seguir empleándola como nombre para referirse a Cristo. Sin embargo, en la Antigüedad, la palabra latina lucifer significaba "portador de la luz", igual que la palabra griega "Φωσφόρος"."
 
La clave está justamente en el lugar que indica el P. Dölger: en el Antiguo Testamento, concretamente en el pasaje de Isaías (14, 12). Cuando el profeta Isaías es traducido por San Jerónimo (año 340-420) en su Vulgata, San Jerónimo lo vierte con estas palabras: "¿Cómo caíste del cielo, Lucifer, tú que nacías por la mañana?". Pero, ¿a quién se refería con estas palabras el profeta Isaías? Isaías escribe cuando el rey de Asur invade Palestina y éste es visto como un tirano implacable, al que le profetiza la caída y su aniquilación. El dios nacional supremo de los asirios era Asur (anterior Marduk) que, si primeramente parece que era representado como un árbol, más tarde fue figurado como un disco solar alado. Pero, por si no bastara con ello, ocurre que Asur tenía por consorte a Ishtar, diosa que -como apunta Eliade y Couliano- "se la identificaba con el planeta Venus y los ámbitos de su competencia eran la fertilidad, el amor y la guerra", los acadios la habían asimilado a la anterior Gran Diosa mesopotámica Inanna. Isaías estaba figurando, por lo tanto, la caída de Asur-Ishtar (Venus, el lucero del Alba) que, además de ser ídolos, eran los dioses del enemigo de Israel. San Jerónimo tuvo a bien traducir el término hebreo como "Lucifer" y desde ahí se fue progresivamente estableciendo una identificación entre el astro Lucifer (que simplemente significaba "portador de la luz") con Satanás, el ángel rebelde y caído. Tampoco podemos descartar que San Jerónimo solucionara su traducción valiéndose de "Lucifer" en dependencia de la interpretación que San Metodio de Olimpia (martirizado el año 311) hizo en su libro "De resurrectione", pues fue Metodio el que empezó a identificar a Lucifer con Satanás.
 
El nombre Lucifer (Estrella de la Mañana) se ha consolidado como identidad diabólica por una larga tradición que hemos tratado de explanar aquí, sin embargo, era nuestro ánimo desde el principio clarificar esta cuestión nominal que, por su complejidad, podría ofrecer equívocos, muchas veces instigados por necios y profanos (como hemos podido leer en algunas páginas muy poco recomendables de la red). Esta gente (bien sea por ignorante, bien sea por maliciosa) parece alimentar el avieso propósito de confundir a los fieles cristianos, sirviéndose de la ignorancia del vulgo, manipulando malevolentemente los textos sagrados y tradicionales con el perverso propósito de extender la sospecha contra Jesucristo Nuestro Señor, la Santísima Virgen María y, en definitiva, contra el cristianismo y, en concreto, contra el catolicismo tradicional. Creo haber cumplido con el propósito que me marcaba al inicio de este artículo, ofreciendo la suficiente información que seguro podría ampliarse mucho más.
 
Como recapitulación de todo lo escrito aquí, podríamos extraer dos conclusiones:
 
1º) La titulación de Cristo o de la Virgen María como "Stella Matutina" (Lucero del Alba, lucifer) no deben escandalizar a nadie, en virtud de que era una forma empleada en los primeros siglos del cristianismo, tan legitimada como que aparece en el Apocalipsis.
 
2º) La identificación que se hizo entre Lucifer y Satanás, a partir de Metodio de Olimpia, desaconseja servirse del nombre "Lucifer" para Cristo, pero nada puede excusar que ocultemos estas cosas, impidiendo que las sepamos, pues sabiéndolas, podremos evitar que otros confundan a los más cándidos. 
 
 
BIBLIOGRAFÍA
 
Manilio, "Astrología", Biblioteca Básica Gredos.
 
Sagrada Biblia, Nácar-Colunga.
 
Aurelio Prudencio, "Obras Completas" (bilingüe), La BAC.
 
Dölger, Franz Joseph, "Paganos y cristianos. El debate de la Antigüedad sobre el significado de los símbolos", Ediciones Encuentro.
 
Dölger, Franz Joseph, "La luz de Cristo", Ediciones Encuentro.
 
"Mitos sumerios y acadios", edición de Federico Lara Peinado, Editora Nacional.
 
Eliade, Mircea, "Historia de las creencias y de las ideas religiosas".
 
Eliade, Mircea y Couliano, Ioan, "Diccionario de las Religiones".
 
 
 

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