domingo, 5 de abril de 2015

EL POETA HISPANO DE CRISTO: AURELIUS PRUDENTIUS


 
POETA DE LA RESURRECCIÓN
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Aurelius Prudentius Clemens nació el año 348 d. C. y se estima que murió en el 410 d. C. Más conocido como Prudencio nació en Calagurris (hoy Calahorra) y es el primer poeta cristiano en latín, pero también es sin duda un teólogo y un apologeta polemista que no desperdició ocasión para demoler las herejías, enderezar los entuertos y repeler los ataques del paganismo recalcitrante: combate a los judaizantes, refuta a Marción, escarnece a Símaco, destruye con el martillo de su verbo el gnosticismo disolvente... Es un auténtico soldado de Cristo. Prudencio mostró como pocos esa vena combativa tan hispánica, en defensa de la verdadera fe y de la sagrada religión. Sus armas son una vasta cultura clásica y patrística que dotó a su pugnacidad de los recursos adecuados para sostener con talento e inspiración poéticos el buen combate contra los enemigos de Cristo.
 
Nuestro Menéndez y Pelayo le llamó "El más grande de los poetas cristianos anteriores a Dante" ("San Isidoro", Menéndez y Pelayo) y el P. Zacarías Villada podía caracterizarlo como antecedente de San Agustín y de Bossuet, en cuanto a ser el artífice de los primeros fulgores de la Filosofía de la Historia cristiana, católica, unitaria, universal: "La predilección que [Prudencio] muestra por los mártires de su patria y por todo lo hispano, no le veda reconocer el papel preponderante de Roma. En su viaje a la capital del Imperio, admira su magnificencia; pero más que el aparato externo de sus calles, edificios y estatuas, le sorprende su destino providencial." ("El destino de España en la Historia Universal", P. Zacarías Villada.)
 
Por su propia confesión, Prudencio fue en su juventud un mundano:
 
"Aetas prima crepantibus
fleuit sub ferulis, mox docuit toga
infectum uitiis falsa loqui non sine crimine"
 
"La edad primera la pasé bajo las férulas crepitantes de los maestros,
la juventud viciosa me instruyó más tarde a fingir y no sin consecuencias".
 
Pero en un momento de su vida tuvo que vivir una conversión que informó toda su vida hasta el final de sus días.
 
Prudencio fue capaz de convertir la poesía en instrumento del Reino de Cristo, cantó con épicos tonos la epopeya de los mártires hispanos, creó multitud de neologismos y nos transmite con la frescura del cristianismo alboreante las  piadosas y venerables costumbres de nuestros antepasados cristianos. Su obra hoy apenas se estudia; lo cual dice mucho de nuestra época presente, pero en los libros de Prudencio podemos encontrar la incólume doctrina, en un estado de pureza que revivifica nuestra fe.
 
Su fe es la fe fuerte de los antiguos, aquella en la que apenas hay lugar para la blandenguería y el sentimentalismo de los decadentes. Prudencio es una autoridad de la Iglesia hispana, una fuente a la que hay que retornar y los españoles tendríamos que ser los primeros en reclamar su legado, estudiándolo y divulgándolo, como óptimo y perenne instrumento del Reino de Cristo.
 
En todos sus poemas late una esperanza formidable en la Resurrección, una fe vigorosa que nos transmite y, en este Domingo de Resurrección, queremos que su voz resuene en el siglo XXI, con la misma fuerza con que cantó hace más de mil años.


"Pellite corde metum, mea membra, et credito uosmet
cum Christo reditura Deo; nam uos gerit ille
et secum reuocat. morbos ridete minaces,
inflictos casus contemnite, taetra sepulcra
dispuite; exsurgens quo Christus prouocat, ite!"


"Expeled el miedo del corazón, mis miembros,
(y, credlo vosotros: los vuestros lo mismo),
han de volver a Dios juntamente con Cristo,
pues os lleva Cristo y os llama consigo.
Reíos de las enfermedades amenazantes,
despreciad las calamidades que os hostigan,
desdeñad los tétricos sepulcros.
En pos de Cristo resucitado,
a donde Él os llama... ¡seguidlo!".

Así no cantan los que dudan, ni los tibios, ni los pusilánimes, sino los fuertes: los únicos cristianos que merecen el nombre de tales. Prudencio es, como puede verse a lo largo de toda su obra, la voz que canta el cristianismo que más consuena con nuestra raza hispánica.

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