martes, 28 de abril de 2015

LA ESCUELA SPERAINDEANA DE CÓRDOBA

Cambiamos la imagen tras la oportuna rectificación de uno de nuestros lectores,
a quien agradecemos la precisión.



CATENA AUREA DE LA IGLESIA HISPÁNICA

Manuel Fernández Espinosa

Contiene el "Timeo" de Platón una preciosa referencia a la estancia que realiza el sabio Solón de Atenas a la ciudad egipcia de Sais, en donde se encuentra con los sacerdotes que custodian viejas tradiciones que por ese tiempo se habían olvidado en su patria ateniense.
Algo parecido tuvo que sucederle a nuestro Eulogio de Córdoba allá por el año 848 cuando, truncado un viaje a Francia, fue acogido por su amigo el obispo Wilesindo en Navarra y allí visitó los monasterios y sus bibliotecas, adquiriendo conocimientos que serían esenciales para la reconquista espiritual que protagonizó en el mismo corazón del estado de ocupación andalusí. Regresó Eulogio a Córdoba, cargado de libros de literatura clásica profana y religiosa: obras de la Patrística, himnos litúrgicos, poemas latinos, filosofía grecorromana: entre esos libros venían "La ciudad de Dios" de San Agustín, la "Eneida" de Virgilio, Juvenal, Porfirio... Y en Córdoba, pertrechado con esta biblioteca, continuará la escuela hispano-visigoda, un foco de cultura clásica en la Córdoba del Califato.
Eulogio había sido discípulo del abad Speraindeo (siglo VIII-IX), maestro que daba continuidad, rodeado por un ambiente hostil, al monumental legado cultural de San Isidoro. La invasión del año 711 no había podido aniquilar la herencia isidoriana que trascendía incluso nuestras fronteras patrias. Con antelación a la invasión, en Zaragoza el isidorismo había sido continuado piadosamente por San Braulio, Máximo, Juan, Tajón. En Barcelona, San Quirico. En Toledo, San Eugenio, San Ildefonso, San Julián. En el Bierzo, San Fructuoso con sede en Braga y San Valerio. En Palencia, Conancio y en Baeza (Jaén) Badwigio. Y en Córdoba, su obispo Zazeo.
Como podemos ver, San Isidoro constituyó una escuela que irradió la cultura a toda la península (y, por ende, a toda Europa). Por eso Álvaro de Córdoba puede llamarle: "beatus et lumen, noster Isidorus" (nuestro Isidoro, bienaventurado y luminaria).
Para Menéndez Pelayo, la escuela cordobesa del abad Spera-in-Deo es un afluente del gran Isidoro Santo.   
Se sabe poco de Speraindeo: "Escribió un "Apologético" contra Mahoma (perdido). Se conserva un pequeño escrito sobre la Trinidad" (dice fray Guillermo Fraile en su "Historia de la Filosofía"), aunque el musulmán comunista Roger Garaudy sostiene que ese "Apologético" de Speraindeo iba dirigido contra los arrianos: "El fundador de esta escuela fue el abad Esperendeo (sic) a quien San Eulogio, lo mismo que su biógrafo Álvaro consideraban su maestro espiritual. Esperendeo nació hacia el final del siglo VIII. Escribió un tratado sobre la Trinidad y, sobre todo, una "Apologética", dirigida contra los heréticos. Y estos heréticos son, para él, los arrianos" ("El islam en occidente. Córdoba capital del pensamiento unitario"). Si el "Apologético" de Speraindeo se perdió, quisiéramos saber cómo sabe Garaudy a ciencia cierta que el texto apologético está dedicado a los arrianos.
Álvaro de Córdoba, otro de los grandes de esta escuela cordobesa, se quejaba de la arabización que se estaba operando en la población cristiana hispano-visigoda: "¡Heu, pro dolor!, linguam suam nesciunt christiani!" (¡Oh, dolor! su propia lengua desconocen los cristianos). Marcelino Menéndez Pelayo y Ramón Menéndez y Pidal piensan que Álvaro era propenso a la exageración, pero lo cierto es que bajo la hegemonía musulmana en la España ocupada los cristianos estaban sufriendo una progresiva descristianización, debido al prestigio social que otorgaba seguir las modas arábigas. Sin embargo, Menéndez Pelayo sentencia: "No hay, pues, motivo para creer que la tradición literaria fuese cortada nunca, ni entre los cristianos sometidos, ni entre los cristianos independientes, durante el áspero y oscuro período que va desde la invasión sarracena hasta el primer Renacimiento, el del siglo XIII" y Menéndez Pidal cree que eso fue así en la Bética gracias a que las regiones meridionales sujetas al dominio musulmán "eran las más cultas de todas". Menéndez y Pelayo indica que la pervivencia de la tradición clásica fue posible en Córdoba a la valiosa labor de Speraindeo: "A ello contribuyó la existencia de escuelas como la del abad Spera-in-Deo, organizadas evidentemente conforme al tipo visigótico".
El carácter de la escuela de Speraindeo no era exclusivamente clerical "lo prueba la existencia de un escritor lego tan fecundo y original como Álvaro. Hasta puede sospecharse -sigue diciendo Menéndez Pelayo- que la clase literaria de los gramáticos no había desaparecido, y que a ella pertenecía aquel Juan Hispalense, a quien Álvaro dirigió tantas cartas, defendiendo contra él que los varones santos y apostólicos no se habían guiado por el arte de Donato, sino por la simplicidad de Cristo".
La escuela speraindeana reprobaba la retórica de la época por inane e insustancial para habérselas con el grave problema que afectaba a la población cristiana sometida y abogaba por una formación integral en que cultura humanística iba indisolublemente unida a la espiritualidad católica. Esta espiritualidad tuvo incluso sus repuntes de misticismo como se desprende de lo que Álvaro de Córdoba dice de Eulogio: "tenía gracia [San Eulogio] para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de la luz". Esta ascensión al reino de la luz que procuraba San Eulogio es indicio de los trabajos espirituales que se realizaban en el seno de la escuela teológica que, fundada por Speraindeo, prosiguió bajo la dirección de San Eulogio. En la escuela speraindeana se cultiva la poesía como Álvaro de Córdoba nos revela, al recordar los versos rítmicos que componían él y su condiscípulo y amigo Eulogio; además, también se sabe que San Eulogio, en su primera prisión, pasaba el tiempo componiendo versos métricos que no nos han llegado. Pero además de dotarse de una sólida formación humanística y de tratar a las musas, en la escuela de Speraindeo se atendía a cuestiones eminentemente religiosas de liturgia y oración. San Eulogio trajo de Navarra a Córdoba los himnarios litúrgicos que más tarde serían entonados en las mazmorras califales por los que se aprestaban a la muerte martirial. Y podemos suponer que los iniciados en la escuela eulogiana emprendían el camino del martirio como vía purgativa, como se infiere de los consejos y confortación que Eulogio dedica a Santas Flora y María: "Hermanas mías, considerad atentamente la Pasión del Señor, y, meditando sus pasos, no otorgaréis a los tormentos temporales excesiva importancia; porque, si bien son ásperos y amargos, en cambio, son breves y acaban pronto" ("Documento martirial"). A la vía purgativa, como es sabido, le sigue la iluminativa que es culminada en la unitiva: en el caso de los mártires, ésta culminación unitiva (nupcial) del alma con Dios se realizaba a través de la muerte física.
Pero la escuela eulogiana en un principio no se fundó para formar mártires. Podemos decir que entre sus objetivos destacaba el mantener la tradición isidoriana y devolver a los cristianos a sus raíces, algo que se hacía apremiante a juzgar por la descripción que Álvaro nos proporciona de la situación en el año 854. Según el amigo y biógrafo de Eulogio los jóvenes cordobeses (cristianos) adoptaban las costumbres de los musulmanes ocupantes y para ser bien vistos socialmente hasta se circuncidaban, se entregaban a las fábulas árabes y a versificar en árabe: "entre la gente de Cristo -afirma Álvaro- apenas hallarás uno por mil que pueda escribir razonablemente una carta a su hermano, y, en cambio, los hay innumerables que os sabrán declarar la pompa de las voces arábigas y que conocen los primores de la métrica árabe mejor que los infieles".
En Córdoba imperaban, a la luz de estos informes, las modas extranjeras y los mismos cristianos se extranjerizaban por novelería. Es como si en nuestro tiempo, empezáramos a hablar inglés y olvidáramos el castellano, teniendo por mala nota emplear nuestra lengua socialmente. Algo que estamos muy cerca de que ocurra con el sistema bilingüista que se nos impone con calzador.
Ante este deplorable panorama de la arabización progresiva que parecía imparable para los cristianos béticos, Eulogio y Álvaro se propusieron recuperar a los cristianos mediante la vuelta a la tradición latino-visigoda. Como dice Feliciano Delgado León: "Álvaro y Eulogio buscan la solución del problema de la influencia cultural islámica en una vuelta a las fuentes. Córdoba es un centro de cultura latina y se vuelve a la cultura latina, a una nueva latinización para contrarrestar la islamización" ("Álvaro de Córdoba y la polémica contra el Islam. El Indiculos Luminosus").
Estas dos fuertes personalidades supondrían un verdadero problema para el califato. Contra lo que opina Garaudy y sus secuaces filomusulmanes, la escuela eulogiana no era un criadero de "suicidas cristianos", más bien lo que ocurría era lo que apuntaba Feliciano Delgado: "El movimiento afirmativo cordobés era cultural, pero la autoridad civil podría ver en ese grupo unos enemigos potenciales".
Para Menéndez Pidal el siglo IX es "la época de máxima exaltación nacional de los mozárabes": "la degollación de San Perfecto en Córdoba (850) abre una esplendente era de martirios. Los calabozos de la ciudad califal, donde yacían amontonados los confesores de la fe cristiana, entre ellos las Santas Flora y María, resonaban en himnos eclesiásticos, y allí, en la prisión, San Eulogio, gran cultivador del heroísmo, escribía el "Documentum martyriale" para esforzar a las vírgenes en el tremendo sacrificio de muerte (851). La cristiandad admiró a los nuevos santos, y ciertos monjes de Saint Germain des Prés, de París, peregrinaron a Córdoba para llevar a su abadía cuerpos y reliquias de estos mártires mozárabes, prometiendo darles en París gran culto y honra (858)". La abadía germanopratina que había sido sido fundada por Childeberto I para dar culto a las reliquias de San Vicente Mártir, volvía a España para nutrirse de las reliquias de nuevos mártires hispanos.
Entre los años 850 y 859, treinta y ocho varones y diez mujeres cristianos sufrieron el martirio.
Para que tamaña proeza pudiera suceder dos hombres de Dios, Eulogio y Álvaro, habían aparejado sus corazones y ánimos, y los de sus seguidores para disponer sus vidas mortales al holocausto:
"En esta vida corruptible, por muy grande que sea la dicha que uno disfrute, por muchas comodidades que nos rodeen, por éxito que se obtenga en los negocios, es preciso confesar que, por no haber nada estable, por vivir aquí de paso hacia el Señor, más bien se debiera llamar a todo ello desolación y tristeza que tranquilidad; pues, contemplado a través del prisma de este mundo, todo lo inherente a las cosas temporales, sucumbe a la vanidad y corrupción y, decae fácilmente de su esencia, conforme al testimonio de Salomón: "Todo es vano bajo el sol"." (San Eulogio, "Documento Martirial").
En nuestros tiempos, cuando la nueva descristianización avanza como un rodillo desde distintos frentes: las falsas espiritualidades de la Nueva Era, el laicismo, la reislamización de España y Europa, la Escuela Speraindeana es un modelo tradicional de referencia para la formación espiritual y el combate intelectual por conservar las esencias hispanocristianas en un mundo globalizado donde todos, hasta en el mismo Vaticano, parece que claudican.
BIBLIOGRAFÍA:
Menéndez y Pelayo, Marcelino, "San Isidoro, Cervantes y otros estudios", Espasa Calpe, Madrid, 1959.
Menéndez y Pelayo, Marcelino, "Historia de las Ideas Estéticas en España", C.S.I.C., Madrid, 1974, tomo I.
Menéndez y Pidal, Ramón, "El idioma español en sus primeros tiempos", Espasa Calpe, Madrid, 1968.
Fraile, Guillermo, "Historia de la Filosofía", tomo II, La Bac, Madrid, MCMLXVI.
Infantes Florido, José Antonio, "En Córdoba empezó la Reconquista", Cajasur, Córdoba, 1999.
Delgado León, Feliciano, "Álvaro de Córdoba y la polémica contra el Islam. El Indiculus Luminosus", Obra Social y Cultural de Cajasur, Córdoba, 1996.
San Eulogio, "Obras Completas" (Edición bilingüe), Imprenta Provincial, Córdoba, 1959.

3 comentarios:

  1. Queridos amigos: perdonad por la corrección pero la imagen corresponde a mi patrón, San Rodrigo. Un saludo.

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  2. Al empezar a leer la entrada me he dado cuenta que en nuestra sociedad actual, incluida la Iglesia, estamos también despreciando y olvidando la sabiduría clásica y las humanidades.

    En cuanto al Apologético, no podemos olvidar que el arrianismo fue una forma extrema y herética del subordinacionismo trinitario, lo mismo que el adopcionismo, una herejía que se dio en la España cristiana de la época y entre los mozárabes para intentar contemporizar con el dominador musulmán al considerar que Jesucristo es un hombre que fue adoptado por Dios Padre.

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  3. En el anterior comentario no me expliqué bien, lo que quise decir es que el islam es una forma extrema del arrianismo, que niega la divinidad de Jesucristo, el Hijo de Dios. El arrianismo no niega que Jesús sea Hijo de Dios, sino que sea divino; el Islam no niega que Jesucristo sea alguien muy importante, pero no es Dios.

    Así que Speraindeo bien pudo atacar el arrianismo como una forma de atacar al Islam.

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