viernes, 3 de abril de 2015

MISTERIO DE LA OCTAVA


Ciborio bautismal de la Catedral de Cividale

EL OCHO QUE SUPERA AL SIETE


Manuel Fernández Espinosa


En una de nuestras recientes "teselas" nos referíamos al profundo simbolismo temporal cifrado en la septena (en la semana, en la hebdómada). Los siete días de la semana son el tiempo terrenal; San Ambrosio de Milán, nos recuerda Franz Joseph Dölger: "intepreta el número siete como el ayer espiritual, y el ocho como el hoy espiritual". Y esto lo hace el arzobispo de Milán, tal y como demuestra el sabio alemán, fundándose en una remotísima tradición cristiana compartida por los padres orientales y occidentales.
 
Ese siete es el "ayer espiritual" de la Antigua Alianza, la del pueblo de Israel que celebra el último día de la creación como día del descanso sabático. Pero al siete lo supera el ocho, por eso puede decir Ambrosio que: "La semana de siete días ha pasado; ha llegado la octava. Ha pasado el ayer, ha llegado el hoy". Las promesas hechas en el Antiguo Testamento han sido cumplidas perfectamente por Cristo con su pasión y muerte en cruz, y la octava es el Domingo de la Resurrección. Dölger resume la visión en que coinciden los más antiguos padres y apologistas cristianos: "El siete, en tanto que conclusión de la creación, representa la edad del mundo. El tiempo se cuenta por días, que se empiezan a contar por uno y acaban por siete; contiene el cambio continuo". La "Didascalia siríaca" dice que: "El número ocho es, pues, aquello que sobrepasa la semana: el domingo".
 
La "Octava" llegó a ser uno de los misterios centrales del antiguo cristianismo. En ella se compendiaba la salvación y en ella se cifraba la esperanza de la vida eterna: la completa Redención, con la Resurrección de Cristo que nos refiere al bautismo (de ahí que los baptisterios y las pilas bautismales, como hemos dicho días ha, fuesen bien de planta circular -el círculo es la eternidad- u octogonal). Gregorio de Nisa dice en un texto homilético a sus fieles: "De ningún modo desconocéis el misterio de la octava". Hilario de Poitiers habla del "sacramentum ogdoadis" (sacramento de la octava). Los trabajos, sufrimientos y vida imperfecta de nuestra existencia terrenal tienen una meta: la octava que se "sitúa" por encima del tiempo, en la eternidad.
 
Dölger, tras su exhaustivo estudio de las fuentes, termina concluyendo que para los cristianos: "el ocho se consideraba símbolo del más allá, del cielo y de la divinidad". De ahí que todavía permanezca en el lenguaje litúrgico eso que muchos, sin saber la razón, siguen llamando "Octavas": la primera octava de la que hay noticia fue la que, en tiempos de Constantino, se hizo en la dedicación de las iglesias de Tiro y Jerusalén, cuyas solemnidades -precisamente- duraron no por casualidad ocho días.
 
El sábado judaico quedó superado con la mística Octava: el Domingo cristiano.
 
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
 
"Simbolismo cristiano del número ocho", en "Paganos y cristianos. El debate de la Antigüedad sobre el significado de los símbolos", de Franz Joseph Dölger, Ediciones Encuentro, Madrid, 2013.
 
 


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