viernes, 17 de abril de 2015

HERMES Y EL CRISTIANISMO


 
 
HERMES Y LOS ANTIGUOS CRISTIANOS
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Durante el tiempo de las persecuciones de los primeros siglos del cristianismo, los cristianos se vieron impelidos a emplear en arte unas iconografías que todavía escandalizan a las almas mojigatas y fundamentalistas (dígase el caso de muchos protestantes). En una sociedad hostil, el cristianismo tuvo que camuflarse para sobrevivir. Esa es la gran razón por la cual algunos esquemas iconográficos de procedencia pagana fueron adoptados por los cristianos para su incipiente arte.
 
He tenido ocasión de hablar del uso de Ulises en la exornación escultórica de los sarcófagos paleocristianos (aquí), también se empleó a Orfeo amansando a las bestias, como trasunto de Cristo maravillando a las almas más endurecidas. Otro caso frecuente que incluso puede encontrarse en las catacumbas es el de Cristo como Apolo Moscóforo (portador del carnero), que sería cosa de tratar otro día. Pero hoy quiero decir algunas palabras sobre el uso de Hermes como símbolo de Cristo.
 
Mircea Eliade nos apunta que: "Hermes, identificado por los filósofos con el Logos, será comparado por los Padres [de la Iglesia] con Cristo". Y aunque el sentido traslaticio de Hermes-Cristo puede entenderse, como señala Eliade, por la acepción de Logos (empleado en el Evangelio de San Juan), hay más rasgos de Hermes que lo hacían susceptible de ser empleado por los cristianos primitivos.
 
Hermes era un dios que gustaba de mezclarse con los hombres, a diferencia de los olímpicos. Para el imaginario de los paganos, no dejaba de tener rasgos poco edificantes: era un tanto bribón, alcahuete y patrón de los ladrones (aunque los ladrones de "El asno de oro" de Apuleyo preferían apelar a Ares/Marte). Huelga decir que estos rasgos negativos no eran considerados por los cristianos. Pero sí que podían asumir algunas de las notas que caracterizaban a Hermes.
 
Observamos que, además de custodio de los caminantes (como nuestro San Rafael), Hermes gozaba de inmunidad para transitar de los infiernos a la tierra o a las moradas celestiales: "acompaña a las almas en su recorrido por los infiernos, también las trae de regreso a la tierra, como ocurre con Perséfone, Eurídice..." -nos recuerda Eliade: y aquí entiéndase como "infiernos" la ultratumba. Es un psicopompo (conductor de almas), función que en el cristianismo se le conferirá a San Miguel Arcángel y también a San José en su condición de Patrono de la Buena Muerte. Pero Cristo en su bajada a los infiernos, durante los tres días que permaneció en el sepulcro, también asume la función que imperfectamente se le adjudicaba a Hermes.
 
Por otro lado, Hermes es el asesino del gigante Argos Panoptes (de ahí que sea llamado con el sobrenombre de "Argifonte"): como vencedor de una terrible amenaza infrahumana, presentaba rasgos de heroísmo. Jesucristo había sido vencedor de algo más que una criatura monstruosa, había vencido al pecado y a la muerte, frustrando al enemigo de Dios y del hombre: al demonio.

 
Hermes -en la "Odisea"- también favoreció a Ulises, dándole el remedio contra las drogas de Circe. Ofreciéndole el "molu" como antídoto para librar a Ulises de ser convertido, como sus compañeros, en cerdo por las malas artes de la hechicera Circe (Odisea, X). La Eucaristía es, a su vez, el fármaco por excelencia: el mismo Dios hecho Pan y los cristianos antiguos pudieron entender que el "molu" era una figura de lo que perfectamente sería el Pan del Cielo en la tierra: Cristo Eucaristía.
 
Por si fuera poco, en un himno homérico se atribuía a Hermes haber inventado el fuego (aunque el mito de Prometeo sea el más popular); como inventor del fuego que es luz, Hermes puede abrirse y abrir paso (a los caminantes, por ejemplo) en la oscuridad. Creo que el sentido de portador de luz es uno de los que harán a Hermes más apto simbólicamente para poder ser asimilado por los cristianos con Cristo que es "Lumem de Lúmine" (Luz de Luz) en el Credo niceno: para todo lo relativo a Cristo como Luz recomendamos "La luz de Cristo" de Franz Joseph Dölger.
 
Los cristianos primitivos no solo interpretaron el Antiguo Testamento como prefiguración del Nuevo Testamento (todo lo que en el Antiguo había era pedagogía de Dios, para conducir a la humanidad a la Revelación perfecta en Cristo Jesús, hombre y Dios verdadero), sino que, además del Antiguo Testamento, toda la mitología de los pueblos a los que predicó fue comprendida por el cristianismo como revelaciones imperfectas y parciales, más imperfectas que el Antiguo Testamento, de lo que Cristo realizaría perfectísimamente. No se ha producido en toda la historia de la humanidad un fenómeno de inculturación más colosal que el que llevó a cabo el cristianismo a lo largo de nuestra historia, lo cual dice mucho de la divinidad de la Iglesia de Cristo. Es por ello que solo las mentes débiles, los cerriles e incultos pueden escandalizarse por estas "extrañas" analogías que se trazaron entre algunas características de los dioses paganos y Jesucristo. Solo la ramplonería fundamentalista puede rasgarse las vestiduras ante esa divina capacidad de absorber que tuvo el cristianismo primitivo. Pues no se trata aquí de un extraño sincretismo, como sostiene la interpretación más perezosa. En cuanto al fundamentalismo (que hay que distinguir del integrismo católico. Pues no son lo mismo, por más que los periodistas incultos se empeñen en hacerlos equivalentes) su literalidad (que es incapacidad simbólica: del fundamentalismo) siempre causará los mayores desafueros y estragos en cuantas religiones contamine.
 
Conocer la versatilidad de que hizo gala el cristianismo primitivo no es conceder ni un palmo de terreno al relativismo, ni tampoco al sincretismo con lo que ello implica de restar originalidad al fenómeno cristiano: eso de la "originalidad" debería ser puesto en un segundo plano, pues lo más importante del cristianismo, nos parece a nosotros, es su "divinidad". Y como escribió el gran Justino, Padre de la Iglesia:
 
"Ahora bien, cuanto de bueno esté dicho en todos ellos [los paganos], nos pertenece a nosotros los cristianos".
 
No se puede decir mejor.


BIBLIOGRAFÍA:

Toda la obra de la Biblioteca Básica Gredos de clásicos griegos y romanos. Especialmente, "El asno de oro" de Apuleyo y "La Odisea" de Homero.

Eliade, Mircea, "Historia de las creencias y de las ideas religiosas".

Dölger, Franz Joseph, "La luz de Cristo".

Dölger, Franz Joseph, "Paganos y cristianos. El debate de la antigüedad sobre el significado de los símbolos".

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